Arquetipos

La tendencia natural es fijarnos en lo que tenemos a nuestro alrededor e intentar mimetizarnos de tal manera que o bien, nos sintamos participes de algo mucho más grande que nosotros y seamos aceptados o intentemos trasgredir eso mismo para crearnos algo diferenciador.

Lo triste es que eso que creemos nos hace diferentes, en realidad no es ni más ni menos que más de lo mismo, disfrazado o maquillado de tal manera que sintamos esa unicidad que tanto nos gusta y de la que alardear nos pone palote. Las masas se mueven de la misma manera que los grupos pequeños y ansían exactamente lo mismo, ser más y más grandes cada vez. Yo escribo aquí mis chorradas pero lo que en realidad deseo, aunque el germen de todo sea para mí, es que lo lea la mayor cantidad de gente posible. Algunos o muchos dirán y pensarán que solo digo estupideces y otros lo contrario. En definitiva, mi reducto insignificante quiero que se convierta en algo enorme.

Quedaría muy bien si fuese de poser, o postureo como se estila ahora y dijese que en el fondo me importa una mierda si os gusta lo que escribo, si me seguís o no, porque en el fondo vuestras opiniones me importan poco. Tampoco dramatizo, no me importan más que la mía pero deseo saberla para conocer mi error. Porque ya aviso, todo esto es un error. En cambio, vamos dando vueltas por ahí y vemos que todos hacemos las cosas, escribimos pensamientos, poesías, aforismos, reflexiones trascendentales como de forma distraída, como si con nosotros no fuesen las cosas. Lo hacemos mientras hacemos la cama o repasamos las cortinas, nos freímos unas patatas o nos cepillamos los dientes. Esa profundidad de pensamientos despegada de las emociones. Como si con nosotros no fuese. Y luego ponemos esa cara de sorpresa cuando alguien nos dice, “eh, eso que has escrito es muy profundo” y tu le contestas, “pues lo pensé mientras me limpiaba el culo”. Que chuli.

Resulta que cuando vas por la calle piensas en la cantidad de gente con la que te cruzas con cosas interesantes que decir pero que las dice sin importarle realmente mientras la realidad es que todos desean ser ese que dice las cosas con certeza, poder y convicción, porque ellos lo valen. Leer, leer, leer. Hay mucha gente que cree que leer mucho te hace más inteligente. Ayuda, es cierto, pero últimamente me doy cuenta de que te hace ser bastante más pedante. Sólo tengo que mirarme al espejo.

Resulta que los dominantes estos de nueva cuña tienen la sana costumbre de recomendar libros, algunos de bdsm, otros de poesía, pasando por los clásicos absurdos de Bukowski y otras lindezas similares. Que conste que mi animadversión hacia Bukowski es la misma que hacia Lars Von Trier. Cuatro gafapasta ensalzan las obras de ciertos personajes que creen entender para crear tendencia y los demás tenemos que pensar y sentir que son la puta quintaesencia del arte. Una puta mierda. Nadie a estas alturas me va a convencer de que el Dogma es un avance artístico porque desde hace muchos años pienso que es una mierda. Opiniones como culos, todos tenemos uno. Pues a lo que iba, que me despisto para variar, como la intelectualidad vende y pone los coñitos en estado de chapoteo constante, el orden de importancia es: primero te hablo de arte y literatura en la que estoy versado y luego te enseño la polla.

Es un truco cuasi perfecto. Con lo primero bajas las defensas porque ellas creen que te interesa mucho más su intelecto, su espíritu, su esencia de fémina elocuente y comprensiva que detesta que les suelten un “perra te voy a follar la boca” y cuando ellas leen tus lineas adornadas con letras de Poe como autor atormentado y de Gioconda Belli como génesis de tu interés por el pensamiento de la mujer en todo su amplio sentido, le sueltas un pollazo en toda regla, que es lo que ella en el fondo deseaba también. Victoria.

Sean masas o grupúsculos, el objetivo es el mismo. Follar. Diferentes arquetipos para un mismo objetivo.