Carlitos era un dominante de pastel, de esos que se exhiben en grandes escaparates y se rodean de lo mejor para aparentar lo que no es ni será. Pero Carlitos daba el pego, le iba bien. En poco tiempo se había hecho con una cuadra de mozitas estúpidas que no tenían ni puta idea, al igual que él, pero como punto diferenciador, ellas eran las que recibían las hostias. Carlitos, ademas de inutil y pedante sin cultura, era un hijo de puta al que le gustaba dar rienda suelta a sus instintos más sádicos y no tenía problema alguno en dejarle la cara hecha un cristo a una de sus potrillas o amoratar las tetas de otra, con tal de satisfacer ese pequeño e infantil impulso que teníamos de pequeños cuando poníamos petardos en la boca de las lagartijas. Carlitos era uno más, uno de muchos que hoy resuelven sus frustraciones camuflándose en el bdsm.
A Carlitos nadie le paraba porque sabía perfectamente que él solo se encontraba con las mocitas y jamás entablaba relación física alguna con otro dominante diferente de su calaña. Era obvio, quizá si lo hiciese, ese día las hostias se las llevaba él en la puta boca. Él invitaba con cierta vehemencia a que las nenas se le acercasen con sus frases poderosamente copiadas y remozadas hasta el ridículo más estrepitoso. ¡Pero oye, a tropel se iban con él! Se le hinchaba el pecho y la polla y en público hacía como en el parchís, se follaba a una pero se contaba veinte. Porque aunque la mozita fuese ilusa, resulta que al final no era del todo gilipollas. De esto se salvan pocas la verdad. Allí estaba Carlitos, con nombre guay, sacado de alguna novela de Yukio Mishima o de Akira Toriyama, total, ni puta idea de cultura japonesa aunque lo aparentase.
Carlitos rezuma estilo, al menos el estilo que ahora se lleva y se idealiza, por eso Carlitos triunfa. Puede llamar perras o yeguas o como se le venga en gana a sus mozitas porque ellas lamerán sus botas, gustosas y con deleite. Él les presta atención. Publica a los cuatro vientos sus nombres y se vanagloria de que ellas se escriban en sus tetas, se tatúen en su piel o se graben follando con otros porque él así se lo ha pedido. Eso es lo que en verdad le llena, su creencia de tener poder.
Carlitos es idiota aunque folle, porque Carlitos no tiene ni idea de que es el bdsm y mucho menos lo que supone el poder que una sumisa te otorga. Porque Carlitos no tiene poder de someter, solo puede follar.