Recomponerse nunca es fácil, requiere tiempo y a veces éste nos sumerge en un bucle absurdo en el que perseguimos respuestas que no tienen preguntas. Se acariciaba los tacones con los dedos, desafiando a los recuerdos mientras la piel rugosa y suave trasladaban los recuerdos al presente. Aquellos zapatos durante mucho tiempo fueron su piel, su soporte y el puente que se iba creando mientras se acercaba a él, notando el retumbar del suelo en los tobillos y que explotaba en las sienes. Muchas veces caminaba con ellos solo por placer mientras él, a lo lejos, miraba y sonreía. La carne firme solo se dejaba llevar en sus pechos, moviéndose en un bamboleo que le dejaba con la boca abierta. Siempre.
Ahora, tumbada sobre la suave manta, se mojaba los labios recordando aquellos paseos pasillo arriba, pasillo abajo, recordando cómo esperaba dispuesta mientras la puerta sonaba y las pisadas de las pesadas botas se hacían cada vez más sonoro hasta que el tiempo paraba el sonido. Le notaba detrás, sorprendido, excitado, y entonces giraba la cabeza y sonreía con malicia a la tormenta. Luego, el siseo del cinturón y los golpes estallando en el culo eran el preámbulo de una sodomización extemadamente dura. Hablaban entre gemidos y gruñidos, o atrapaba el aire que ella intentaba exhalar entre los dedos y la garganta. Tiraba del pelo con tanta furia que a veces las vértebras crujían intentando no ser dislocadas. Le abría la boca con los dedos mientras le escupía la verdad y la saliva con la misma puntería con la que golpeaba sus tetas y retorcía los pezones hasta el grito y la lágrima.
Giraba sobre sí misma mientras la luz se escapaba por la ventana, tendiendo puentes para que llegase la noche y escuchase de nuevo las pisadas, la cerradura desbloqueando el pasado y abriendo la puerta del futuro o viceversa. Es lo que implica recomponerse y darse cuenta de que el tiempo es incontrolable y que cerrando los ojos, puedes volver a sentir la rabia con la que las manos atrapaban los silencios y las lágrimas mientras golpeaban aquella infantil cara que con el tiempo, había dejado de echar de menos para poder sentir de más.
La risa nerviosa junto a su carcajada, el olor de la piel bajo la barbilla, los dedos entrando sin consentimiento en su culo para terminar concediendo acceso a todos sus sentimientos. Había sido tan físico que ya no pensaba desde fuera sino desde dentro, inolvidable e inviolable recuerdo envuelto en furia y odio a veces y otras, las más, en incontables sensaciones imperecederas. Aquellas esperas les abocaban a una muerte distante y un recuerdo cercano mientras las cuerdas aún estaban tendidas en el suelo.
Wednesday