Igual pensáis que no estoy dejando en muy buen lugar a los dominantes. Bueno, esto es un blog, ¿qué queréis? Son los dominantes de medio pelo los que intento retratar. Pero haremos un alarde de comprensión e intentaremos saber que piensa una sumisa. Las hay ignorantes pero sienten la necesidad de saber más, las que han leído 50 sombras de Grey y cada diez páginas tenían que hacerse una pajilla mientras descubrían como era posible que alguien no les hubiese metido un plug anal sin previo aviso cuando siempre habían repudiado el sexo anal. Las pérdidas, las que sus esquemas de dominación y sumisión han sido devastados por diferentes dominantes que no sabían exactamente donde tenían la polla en cada momento. Las que lo han probado todo, y por último, las que son felices al lado de alguien que les da lo que verdaderamente desean.
Es un matiz ligero ese de lo que ellas desean. Claro, es que igual nos creíamos que las sumisas son trozos de carne a las que poder dar de hostias sin contemplaciones. Los componentes de esclavitud ya se verán en otro momento más encadenado. Ellas desean, y su deseo es el deseo de su amo. Algo muy sencillo de entender pero que parece que llevar a la práctica resulta complejo.
Porque una relación de dominancia y sumisión es compleja, nos pongamos como nos pongamos. Es posible que os asalte la duda de porqué uso tan poco la palabra amo y más la de dominante incluso para los que se denominan ellos mismos amos. Pues es bien sencillo y para variar, me voy a pasar las normas del bdsm por el arco del triunfo. Un amo es algo muy serio. No solo serlo sino ejercer de ello. Así pues cualquier otra cosa que podáis pensar sobre ello, sobre si tengo razón o no, no cambiará mi opinión. Ser amo es algo tan complejo y tan difícil que cualquiera que se apunte al carro del bdsm debería tenerlo clarísimo. El olfato humano es una porquería, sino, a todos esos les echarían a patadas.
Volviendo al asunto del deseo, la sumisa, desea, y como antes he dicho anhela, que el dominante se fije en ella primero, que valore lo que es, que pruebe su fortaleza, ¡qué coño! que le haga sentirse viva y feliz. Ahora a eso se llega con un collar muy mono que se ofrece en internet y que es de quita y pon.
El collar es un símbolo, un tesoro que a veces no es ni necesario, porque esa unión no es física. A veces soy trascendental. Dale un collar y se escribirá tu nombre en las tetas.
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