Buscando la respuesta a la misma pregunta – VII –

Debe ser toda una felicidad y una gran experiencia que se pongan tu nombre y lo exhiban. Seguramente soy yo el que se ha quedado obsoleto y no he comprendido que esto ha cambiado y mucho. Ya se sabe que uno tiene que amoldarse a los nuevos tiempos y surfear sobre las olas del progreso. Pero es curioso que algo tan anclado en el pasado, con un lenguaje tan oscuro como perverso, haya dado un salto cuantitativo tan grande y se haya presentado sin avisar en el siglo XXI. En esta nueva centuria, las cadenas y el Line van de la mano y casi tiene más valor lo segundo que lo primero.

A vueltas con lo del collar, se reciben y se hacen muchas críticas. En este sentido me posicionó desde ya. En general es una gilipollez como otra cualquiera, parafernalia de cara a la galería para mostrar tu posesión y que otros la admiren. No voy a negar que entregar un collar, con el sentimiento que conlleva es algo hermoso. Pero llegar hasta ahí es un camino tortuoso, duro, largo e intenso. Algo que parece que se ha perdido de vista.

Pero lo que mola, lo que mueve el cotarro, lo que realmente nos la pone dura, es que una pléyade de mozas, jóvenes a ser posible, inexpertas, lozanas y voluptuosas exhiban con orgullo nuestro nombre por la nube. Que nos demuestren lo orgullosas que están de llevar nuestro nombre tatuado en la piel y lo enseñen sin pudor ni vergüenza a todo dios. Porque nuestra perra obedece, porque su amo le enseña, y ella dice contenta, no soy nadie sin mi ti, o sin él que viene a ser lo mismo.

Pues qué bien y en que ha quedado todo. El rebaño de nenitas dominadas por los jefecillos de las manadas. Los nuevos dominantes que están fagocitando y con razón lo que la otros no son capaces de preservar.  Pero la letra con sangre entra. Y sangre, hay.

 

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