Después de media hora de silencio y algo de movimiento en el asiento, se dio la vuelta. Yo me entretenía escuchando a Five Finger Death Punch mientras garabateaba en la libreta de la que antes arranqué la hoja donde había dibujado. Dijo algo pero no pude escuchar. Apagué la música y sonreí. Sacó el papel manoseado y mostrando la hoja, sonrió algo falsa. No se donde vas a sacar estas cosas para tenerme así y desde luego no vas a conseguirlo.
Asentí con la cabeza y volví a poner la música. Cerré los ojos, no me interesaba escuchar gilipolleces. Al poco, su mano agitó mi hombro. No me has contestado, pude leer en sus labios carnosos y cada vez más apetecibles. El rubor empezaba a invadir la piel de su cara, no se si por la excitación o por la curiosidad no satisfecha. En cualquiera de los casos, ella sola empezaba a estar donde debía.
Volví a apagar la música. Siéntate a mi lado, dije sin mirarla. Saltó de un brinco y volvió a sentarse, esta vez de manera más recatada y con postura menos desenfadada. No necesito esas cosas, todo está en ti. Estas palabras empezaron a retumbar en su cabeza porque cada conversación añadía interrogantes. Sentía que abría una puerta para encontrar respuesta y encontraba cinco interrogantes más. Y con cada interrogante, más deseos y con los deseos, sus bragas empezaban a pedir a gritos ser arrancadas. Tragó saliva. ¿Has hecho esto alguna vez?
¿Dibujar? Si, claro. Sonreí mientras ojeaba la libreta. Hizo una pequeña burla con la boca y sonrió de nuevo, esta vez de verdad. Me refiero a si vas poniendo cachondas a todas las que te encuentras. Su respiración se agitó cuando dijo esto y su pecho se hinchó. Sin duda esto no lo hizo a propósito, pero me puso de mala hostia.
Solo pongo cachondas a aquellas que pueden quedar marcadas. Se hizo el silencio solo roto por el traqueteo de las ruedas sobre el asfalto. Temía preguntar y tardó en hacerlo. Mientras, yo empecé a escribir. ¿Qué tipo de marcas?
Cuando paremos otra vez, te lo enseño.
Que pare ya por favor! 😀
Lo bonito es el viaje. Dicen.