El texto del mensaje llevaba escrito diez minutos. La barra vertical del cursor parpadeaba con insistencia con la misma cadencia de siempre, imperturbable. Era lo más parecido al orden que había tenido desde que el abandono se había instalado en su vida. La mayor parte del tiempo no reflexionaba, no había razón para torturarse sin motivo. O con todos los motivos, se dijo. A fin de cuentas, no pensar era mucho mejor que sufrir. Cuando se vestía, imaginaba como el día y el tiempo anestesiaba sus emociones porque era más fácil continuar en aquella huida hacia adelante y a ningún lado. Frente al espejo era el único momento en el que ella, era ella. Fuera de allí, simplemente caminaba y los demás veían lo que ella enseñaba. De vez en cuando, algún latigazo fulgurante le erizaba la espalda, un sonido, un olor, una palabra que alguien decía y que ella interpretaba para de manera irracional transportarse a otro momento. Ahí era cuando las entrañas se contraían como si un enorme puño las apretase hasta dejarla sin aliento. Aquel dolor era lo más parecido a un reencuentro, pero era tan doloroso, era tan desagradable que el recuerdo permanecía en su memoria varios días. Entonces se dedicaba a otras labores que le alejasen del recuerdo.
Aquello era un misterio, la sensación de haber quemado todo como los que huyen y necesitan que nadie más recoja los frutos de su trabajo, convertirse en volutas de humo que se mimetizan con la nada y sin embargo, todo lo que le había empujado a no hacerlo lo llevaba arrastrando en silencio. Los misterios son eso, misterios y es mejor dejarlos estar, porque nos pueden sorprender tanto, nos acojonan tanto que es mucho más fácil cerrar la puerta y tirar la llave deseando tener la suerte de que el kraken la engulla. Y siempre es mejor no despertar al kraken.
Aun así, era imposible no acordarse de muchas de sus palabras y mientras miraba el texto escrito y el cursor parpadeando, le venían a la mente infinidad de historias, cientos de reflexiones y todas, todas sin excepción hacían referencia a ella. “¿Por qué prefieres la belleza, sentirte hermosa para los demás?” le dijo una vez. “No es para los demás, es para ti.” Le contestó aquella vez. Su reflexión fue tan devastadora como implacable. “Prefieres la belleza a ser libre sin darte cuenta de que libre serías absolutamente bella.”
Con él era libre, con él era bella y ahí estaba ahora ella, prisionera y engañosamente hermosa para los demás.
Borró el texto y las lágrimas le descubrieron que prefería ser esclava que libre, que prefería ser hermosa para otros y no para él y eso es lo que sucede cuando tienes que elegir.
Wednesday