A veces le volvía loca, esa forma de enseñar, si es que era enseñar, se decía. Todo hacía que se preguntase una y otra vez si aquello tenía algún sentido y lo que era peor, algún fin. Pero él solo sonreía como respuesta, otras veces le decía que confiase, sin más, y en ocasiones, si en verdad quería aprender. No sabía que contestar. Tenía tanto deseo y necesidad que su mente se nublaba por la pasión. Ella le preguntaba, rompiendo casi todas las reglas que había aprendido y él había destruido con una facilidad asombrosa. Si no te haces preguntas ¿cuál es el motivo por el que estás aquí? Pero sobre todo, ¿por qué entonces tengo que estar yo?
Pero ella sentía que no le decía nada porque aunque le preguntase, las cuestiones que ella pensaba eran importantes, quedaban sin respuesta. Le desquiciaba que fuese él el que contestase con dos o tres preguntas a su duda, como si de el jodido Sócrates se trase, pensaba furiosa. ¿Quieres que te ate? le preguntaba sonriendo. Es lo que quieren todas. ¿Quieres que te azote? Eso mismo es lo que me reclaman sin pensar porqué lo hacen. Tan solo piensan que es lo que yo deseo y estoy aquí para eso, o lo que ellas creen que deben hacer para que yo esté contento. Afirmaba mientras se acariciaba la barba como si estuviese haciendo cualquier cosa mundana.
Pues claro que quiero que me azotes y me ates, contestaba ella. Lo deseo, más que nada ahora mismo, prosiguió enrabietada. Hizo una pasusa y se incorporó un poco. Esos son tus deseos, y te dejas llevar por ellos, no los controlas, solo navegas sin control sobre ellos. Cuanto más deseo menos control, dijo muy serio y volvió a echarse hacia atrás para volver a acariciar su barba.
Entonces ¿no debo tener deseo? Es una locura eso que dices. Si no tuviese ese deseo no estaría ahora aquí, entregada a ti. Se dio cuenta de que estaba gritando pero él no se inmutó.
Así pues, para ti, ¿la entrega tiene como fin satisfacer los deseos? ¿Los deseos de quién, los tuyos o los míos? La voz se hizo enorme al contrario que el volumen. El de ambos, espetó furiosa. Los dos deseamos esto. Casi podía percibir como las lágrimas comenzaban a mojar sus ojos y no era capaz de controlarlas.
Bien, entonces, ya conoces mis deseos y lo que quiero hacer con ellos. Sin embargo, yo aún no conozco los tuyos, esos que están enterrados entre el deseo que te ciega y no te deja ver lo importante de esta lección. Y no puedo dejar de sorprenderme ante la afirmación de que tú ya sabes lo que quiero cuando eres incapaz de saber lo que quieres tú.
Esto, no es así, intentó defenderse y notó que ésta era una blanda cobertura que no tenía sentido. Comenzó a llorar desconsoladamente pensando que era incapaz de entenderla. Cuando unos minutos después, él acarició su cabeza, el temor desapareció y un calor inaudito recorrió su cuerpo. Con la mano levantó su cara por el mentón.
No dejes que los deseos hagan esto. No lloras por ti, ni por mí, no lloras por lo que crees que quieres hacer o sentir. Lloras por que no comprendes aún que tu independencia emocional es lo más importante que vas a tener y cuando la tengas, yo siempre estaré a tu lado y tú siempre podrás sujetar mi mano cuando flaqueen tus fuerzas y yo, podré apoyar las mías en tus hombros para no derrumbarme. Y entiende esto, tú y yo somos individuos independientemente emocionales que compartiremos emociones propias.
Y la calma volvió a su ser.
Wednesday
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Un relato hermoso, me gustó bastante. Y no solo hermoso, muy acertado.