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Detrás de las gafas de sol observaba el mundo, su mundo, las transformaciones y como la fluctuación de las opiniones habían cambiado tantas cosas pero la esencia, estaba intacta. Cambió la oscuridad, la pesadumbre del noctámbulo por esa distancia que le permitía no vomitar toda la mala hostia que se le acumulaba. Durante un tiempo se sintió un paria, posiblemente lo fue, ahora, simplemente estaba fuera de un juego al que quizá nunca debió entrar y las cicatrices de los disparos tuvieron mucho que ver.

A quemarropa

Las armas más peligrosas son el desprecio y el desconocimiento por costumbre de normas grotescas. Aquella vez, sentía como fluía con seguridad en aquel entorno aparentemente hostil. No era un recién llegado pero desconocía que por muy evolucionado que estuviera el asunto, los golpes en el pecho eran ritual. Machos alfa, todos reunidos en un mismo lugar, luchando por demostrar quien era el más capaz. Se mezclaba lo más animal con esa capa irrisoria de cultura occidental, barata, alimentada por la lectura de libros, peroratas infames y tediosas y un tufillo a desprecio que sorprendentemente en aquel momento, no me disgustó. Me sentía parte de ello aunque algo dentro de mí, retorcía las entrañas. Aquella vez, simplemente dejaba ver mi yo dominante, mostrando mi lomo plateado, mis dientes y mis puños cerrados para que todos supiesen que a mí se me debía tener en cuenta. Con el tiempo está idea me produjo una mezcla de odio y cachondeo por ridícula.
Las bases del juego eran tramposas. Ellos con un chasquido de dedos lo poseían todo, ellas, debían darlo todo, incluso la decencia que ninguno de los dueños era capaz de defender. Muy al contrario, disfrutaban de la humillación absurda que ninguna mascota recibe. Sin embargo, ellas, ni siquiera lo eran. Simples objetos dedicados al placer y disfrute, despreciadas y vilipendiadas y ellas, en silencio, asumían su condición. Entre tanto rebaño y la mía es más grande, siempre surge la rebeldía.
Su mirada no sucumbió y sus labios no permanecieron cerrados. La réplica fue mordaz, irónica y directa. A cambio, recibió un castigo innecesario y la falta de defensa de aquel que debía protegerla en aquellas circunstancias. Ella sin embargo, era suficiente para parar aquel envite. El puñetazo de vuelta fue certero y el dominante fue dominado por su sangre que rugía a borbotones desde su nariz y su boca.
Algo cambio en aquel disparo a quemarropa, esa visión me hizo dar un paso atrás y buscar en mi dominación el complemento de la rebeldía y no el del rebaño.

Wednesday

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