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Siempre le fascinó la facilidad con las que las mujeres exhiben su cuerpo desnudo. Aquellas que no temen el reproche o la vergüenza hace mucho partió en un viaje sin retorno. En cambio, aquellos hombres siempre pertrechados en sus trajes, deambulaban intentando aparentar esa hombría escondida bajo sus pantalones y disimulando como la boca se les hacía agua entre tanta perversión incontrolada. Aquellas que bamboleaban las caderas desnudas, tensaban la gravedad con los movimientos armónicos de las tetas y que se disponían en el mercado de la carne donde ellas, aun sin saberlo, tenían un poder abrumador.

Tras ello, la mirada felina y oscura de la sombra. Aquel que sabía lo que quería y sobre todo, sabía lo que querían los demás. A fin de cuentas, el tráfico de los deseos sexuales no había cambiado en los miles de años en los que otros, habían depurado hasta el más mínimo detalle el proceso. Todo es sencillo, decía. El vicio les mueve a ellos, y a ellas, también, pero menos. El dinero, pensaban los que le escuchaban, pero no. El dinero importa, siempre importa. Ellos aportan el dinero para que todo esto tenga un sustento. Yo me lo llevo casi todo, decía sonriendo. Pero ellas, son el alma de todo esto. Tú puedes azotar, porque ellas están aquí para que puedas hacerlo y quizá con suerte puedas llevarte a casa eso contigo. No a ella en concreto, sino el poder de conseguir que otra se subyugue por deseo a hacerlo, o quizá por engaño. Esa es . Es un aprendizaje. La sangre, la violencia, la posesión y ser poseído, es tan solo elevar el rol de cada uno a una realidad tangible, donde el miedo y los prejuicios desaparecen. Incluso aquí, esos prejuicios están. Los traen los que llegan nuevos, ellas y ellos pero los que acuden desde hace tanto que no logro recordar, tienen los prejuicios más arraigados.

El sonido del metal chocando se mezcla con los gemidos y el goteo incesante de saliva y flujo. Los gritos no rompen silencios sino que acompañan la fricción de la piel y la carne. La sangre hace juego con el metal, por sabor y por olor y la única música que resuena es la de los tacones cuando son demandados en caminar para gozo de algunos. El semen impregna las pieles que desean llenarse de golpes y pasiones. Pero ellos, pocos son los que desnudan su cuerpo, mucho menos su espíritu. Ellas sin embargo, vienen desnudas de casa, de la calle, del trabajo, de las universidades y los institutos. Desnudar su cuerpo aquí viste sus emociones, se sienten como en casa, incluso las que solo lo desean por el vicio de sentirse utilizadas por cualquiera que se preste a ello.

Este es el dispendio y es mi territorio, aquí se puede hacer lo que se quiera, siempre y cuando yo lo permita.

 

Wednesday

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