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La libertad, esa que insufla un aire lleno de primavera, la que se sorprende iluminada por la calidez del sol de media tarde, la que te permite correr hasta donde te plazca o tus pulmones ardiendo permitan. Esa libertad se escurre entre nuestros dedos como la lluvia fina, incapaces de mantenerla como una constante de nuestra vitalidad. La libertad se ha transformado en mero contenido, en palabrería carente  de todo. Es ahora un salvo conducto que cada uno de nosotros otorgamos como mejor nos conviene, permitiéndonos y dándonos el lujo de determinar lo que es correcto, bueno y necesario y al mismo tiempo denigrar, arrastrar y llenar de mierda aquello que no lo es. Todo ello sin ningún conocimiento, rubor ni argumentos fiables. Todo está bajo el ojo escrutador del individuo. El gran hermano de Orwell no es un estado ni unas corporaciones, son las herramientas que nos han dado para que cada individuo sea como el Juez Dredd, juez, jurado y verdugo.

Todo ello nos permite colarnos por el ojo de la cerradura, no ya de la aguja para no hilar tan fino, y así poder conocer los dimes y diretes de aquellos que conocemos y los que no. Bien es cierto que ayudamos bastante haciendo más grande la cerradura e incluso abriendo la puerta, pensando que a nosotros nadie nos descubrirá.

Tengo las tijeras de doble filo para podar en la mano y corto con cuidado y delicadeza brotes y restos de ramas más largas de lo que debieran. Es la azalea el árbol que cuido y doy forma. Una forma chokkan sencilla. Quizá sea el cariño que le tengo pero le veo fuerte y saludable. Lo moldeo a mi manera. Hoy he tenido la sensación de que estoy destruyendo un ser vivo en  un arte milenario que otros entienden hay que restituir y dejar que los árboles en este caso crezcan en la mayor de las libertades, en la naturaleza. Hoy, me han hecho intentar creer que torturo vida, reduzco capacidades y debería sentirme miserable.

Por suerte prefiero sonreír ante semejantes acusaciones. Podría hacer un ejercicio de demagogia bastante sencillo, pero me resulta más sencillo fruncir el ceño y lamentar como de mal utilizamos la información, que poco capaces de aprender y comprender somos y pensar en lo que el destino, para aquel que crea en él, nos guarda. Nada bueno.

Ahora, se puede extrapolar la anécdota del bonsái al D/s, a la política o a aquello que más rabia nos dé porque total, de eso se trata la libertad de ahora, la que hemos dejado que transformen con nuestra aquiescencia y la rabia por creernos mejores que los demás.

 

Wednesday

bonsai

 

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