El círculo virtuoso – II –

Laurita tiene el pelo largo y eso es delicioso. Mientras mis palabras arrasaban sus pensamientos, mi mano iba enrollando su cabello alrededor de la muñeca. La tensión crecía y sin darse cuenta, su cuello empezó a inclinarse hacia atrás, dejando ver su hermosa piel aprisionada por mis dedos. La delicadeza de los susurros se mezclaba con la violencia mientras le arrancaba la ropa. Ella no protestaba y su respiración se agitaba. Coloqué sus brazos detrás de la espalda sin quitarle la ropa interior y empecé a atarla. Las cuerdas rozaban su piel y mis dedos enredaban con los nudos. Ella, quieta, deseosa, miraba al espejo y se veía desde fuera, voyeur atenazada por mi mirada y mis nudos. Su entrepierna se licuaba y el perfume se mezclaba con el sexo. Se perdió en las ensoñaciones y al volver de su nirvana, sintió como flotaba.

Pocas cosas hay más hermosas como ver un cuerpo desnudo balancearse con ligereza mientras el sexo palpita, gotea y grita de deseo. Entonces me senté a observar mi obra y como me miraba, esperando aprobación, no del trabajo, no de sus deseos, aprobación de mis cuerdas, sabias siempre, infalibles en mis manos.

Me levanté y acaricié su sexo, caliente y húmedo y un río corrió por mi brazo, y un gemido intenso golpeó cada esquina de la habitación. Y ella entonces, se sintió mía.