Entre tanto gentío se podía divisar con precisión las marcas que las cuerdas habían dejado en sus tobillos. Ni siquiera las medias negras podían disimular la piel moldeada por el algodón. Eran marcas de presión, precisas, hechas con cuidado, con mimo, con pausa. Trasmitían el deleite de quien con manos expertas, deslizaba las cuerdas y hacía nudos en los sitios adecuados. De vez en cuando alzaba los tacones, levemente, como si quisiese acomodar las medias a las marcas, buscando esa perfección que da la comodidad de una segunda piel, absoluta.

Las piernas se estilizaban y las rodillas, casi siamesas, provocaban volcanes de ardiente lava en mis manos. Hechizado por lo refinado de su contorno, me acerqué un poco, sin dejar de mirar absorto y maravillado e imaginando como sería aquella piel con las cuerdas bien amarradas, sintiendo mis yemas recorrerlas. Casi perdí la noción del espacio. Se dio la vuelta y sonrió. Bajo el pañuelo del cuello también había marcas y la piel estaba ligeramente enrojecida. Hipnotizado, recorriendo las líneas ocultas de manera ficticia me deslicé por sus pechos y su abdomen, rodee su sexo y me introduje en la superficie de su ano para salir, casi sin aire hacia su espalda, subiendo sin descanso de vuelta a su cuello pasando por su nuca.

Bonitas marcas las de las cuerdas, le dije como el que habla del tiempo. Se sorprendió, se ruborizó y bajó la mirada. No tenía pinta de sumisa, pero las apariencias engañan como ya se sabe. Dejó un maletín de piel en el suelo y tartamudeó un poco. Supuse que el hecho de que alguien le hablase directamente de algo que intentaba ocultar y que le hacía pensar que debía ocultarlo, era motivo suficiente. No deberías ocultar esas marcas, y mucho menos para quién te las ha hecho.

Me miró extrañada. Seguía avergonzada, más por el hecho de ser descubierta que por las marcas en sí. Nadie me hizo estas marcas. Ahora la sorpresa estaba en mi cara. Atarse uno mismo no es complicado, esa es la verdad, pero atarse con precisión requiere mucha destreza y mucha práctica, así que mi interés creció de manera exponencial.

Descubrir a alguien apasionado por una disciplina tan maravillosa sin ningún tipo de necesidad o interés en el bdsm o en D/s era cuanto menos elogiable aunque en realidad lo único que hizo, fue que mi interés creciese más allá de unas marcas casi perfectas. A ella, le pareció bien. El comienzo del simposio fue mejor de lo esperado.