El enfado no le dejaba pensar con claridad y esa pérdida de control, de los nervios, de su pose portentosa le hacía palidecer de temor. Sin darse cuenta imitó con gesto burdo a aquel hombre y bebió de un trago el bourbon mientras de reojo contempló como separaba una de las hojas del periódico para luego partirla en un cuadrado casi perfecto. Sintió como si ya no estuviese allí, como si las palabras que antes le había dicho se hubiesen perdido en la memoria y la hipnosis de sus manos, partiendo la hoja con sumo cuidado, le sumieron en una inquietante y perturbadora armonía. Aún con el sabor del bourbon la boca y la garganta ardiendo, intentó sofocar con energía renovada el fuego de la ira recién encendida. No me gustan los consejos de los desconocidos que se las dan de listos, tartamudeo mientras se maldecía por dentro por semejante torpeza.
Él no contestó de inmediato, solo cuando dejó con suavidad la hoja cuadrada y colocando las manos sobre ella, miró fijamente. No era un consejo, simplemente una observación, afirmó. Quizá fue atrevido por mi parte presuponer que de lo que estaba hablando era de sobra conocido. Mis disculpas, pero el pensamiento sigue siendo el mismo. Si la observación no es de tu agrado, es tan sencillo como desoírla. Levantó la hoja cuadrada en la que se podía observar de manera parcial algún estreno cinematográfico relevante. Y tal como comenzó a hablar, volvió a sus quehaceres, doblando de manera armónica el papel, formando pliegues, ajustándolos con sensibilidad inusitada.
El fuego recorría sus entrañas, pero no sabía en que proporción era por sentirse ultrajada o por esa curiosidad naciente que se arremolinaba en la comisura de sus labios carnosos, dispuestos a preguntar a diestro y siniestro. Se levantó y caminó hacia el final de la cabina donde conversó con la azafata unos minutos. Él, ni siquiera alzó la mirada y eso, volvió a enfurecer su ánimo. La azafata en cambio, observaba atolondrada, con la cabeza algo ladeada y con un mechón de su pelo recogido y ahora suelto, penduleando por delante de su cara. Regresó a su asiento, altanera, como había hecho siempre, pensando que si le había funcionado cuando había deseado, esta vez no sería diferente. Al sentarse, vio su sombra acercarse y la voz, que antes ya por el alejamiento o por la ira le pareció quizá afeminada, ahora, junto a su pelo, sonó como un trueno ensordecedor siendo un susurro. Si mis disculpas no han sido suficiente, espero que esto te ayude a tenerlo en consideración.
Dejó sobre la mesa del respaldo una figura de papel, tintada por las letras del periódico y los colores del cartel cinematográfico. Una carpa, un origami. Cuando levantó la mirada solo pudo ver el periódico enrollado en su mano derecha, casi mimetizado con la tinta de colores vivos del tatuaje que decoraba su antebrazo desnudo. El puño cerrado sobre el periódico, palidecía los nudillos por la fuerza del agarre y su cuerpo, ahora engrandecido por la claridad del mensaje comenzó a perderse por el pasillo mientras al final, la azafata retrocedía, ruborizada hasta ocultarse con las cortinas
Wednesday