En el amor y en la guerra siempre hay sangre.

El alambre estaba tenso y se clavaba en las plantas de los pies que se deslizaban notando las rugosidades del tiempo. El balanceo, aún siendo ligero provocaba cierto mareo y hacía tintinear los eslabones de la cadena que unían su cintura al alambre. Ni aún así se sentía segura. Cada cierto tiempo, encontraba en su camino un grito, un desplante, una caricia, el amor incluso, pero tarde o temprano le hacía caer desde aquel fino camino hacia el foso sangriento del despecho y del desencanto. La cadena evitaba que se zambullese en aquel caldo sanguinolento de cuerpos y almas maltratadas, saboreando en el paladar el agrio aroma del fracaso.

Le costaba recomponerse, a duras penas conseguía aferrarse con las manos a la cadena y trepar para poner de nuevo los pies en el alambre. Sentía que perdía el tiempo en cada caída pero aprendía rápido. Con el tiempo apartaba de su camino personas, proposiciones, disputas y emociones. Se llenaba de sangre la boca y escupía provocaciones que casi nadie aceptaba. Hacía las veces de duelista, limpiando de un plumazo oponentes con el guante de la confianza.

En una de esas, se enfrentó a otro oponente, pensó en él como la escupidera en la que abandonar recuerdos de inmundicia, pero ante la afrenta, encontró la pértiga que agarró con las dos manos. El alambre ya no se balanceada tanto y ni siquiera tenía la necesidad de mirar hacia abajo. En frente, la cara empapada en sangre, la suya y otra más añeja, coagulada como los recuerdos, agrietada como la vida pesarosa y entre ella un grito vibrante, una sonrisa luminosa que contrastaba con la negrura de sus ojos. Aquel funambulista sólo estaba a su lado, caminando hacia atrás sin dejar de mirar cada vez más y más dentro de ella. Un pie tras otro, mientras hablaba de victorias y derrotas, de mutilación de emociones, de explosión de carne y cuero. Y se agachó y le perdió de vista porque ya no necesitaba mirar hacia abajo. Y la cadena que le aseguraba al alambre ahora estaba en su cintura. Una contra otro. Él miraba su pasado para que no lo repitiese y ella su futuro para alcanzarlo.

Encontró la paz en su violencia, la tormenta en su calma, el amor en la batalla y la victoria en su derrota.

Wednesday