El sobre arrugado estaba lleno de barro seco y llevaba el hedor del miedo y la muerte. Todos los que había recibido eran iguales y aun así los esperaba ansiosa. Lo abrió despacio, intentando hacer el menor destrozo posible y desdobló los pedazos de hojas arrancadas de algún cuaderno. La letra temblorosa transportaba su imaginación al infierno.
Querida Dominique
Arrecia la lluvia desde hace dos semanas y junto al agua y el barro corre la sangre entre nuestros pies. El sonido es ensordecedor y me consuelo imaginando tu voz susurrándome cosas hermosas. Lamento no haberte escrito antes. Conseguí un lapicero astillado y húmedo de un soldado enemigo que se aventuró sin sentido en nuestra trinchera. Murió rápido o eso quiero creer. Ni siquiera la crueldad en la muerte es deseada en esta situación. El infierno es esto y nosotros solo moramos aquí intentando sobrevivir al frío, al hambre y al miedo. Muchas veces he deseado la muerte, pero entonces olía tu pelo y mi sangre se encendía. Me gustaría hablarte de un secreto, un secreto que posiblemente me haga parecer ante ti como un ser humano horrible y despreciable, pero es un secreto que necesito contarte porque es lo único que me mantiene en pie cada día con el ánimo y deseo de poder enseñártelo de alguna manera.
No dejo de verte aquí cuando cierro los ojos, cuando oigo los gritos desgarradores del sufrimiento cercano a la muerte y cuando siento la sangre en mis manos. Te imagino cayendo en mi trinchera, llena de barro y miedo y al contrario de lo que la razón dictamina, no te protejo, ni intento salvarte. Te arrastro por el barro mientras tu ropa se cae a pedazos enganchándose junto a tu piel y tu carne en los alambres de espinos. Oigo tus gritos de dolor, pero no me importan. Cuando veo la sangre mezclada con el barro fluir trinchera abajo pienso que es la tuya hasta que te incrusto entre cuatro vigas de madera, atándote las muñecas con el mismo alambre que te he arrancado de la piel y los tobillos, los amarro con las húmedas cuerdas que llevan semanas dentro del barro. Te arranco la ropa y la piel al mismo tiempo y tus gritos se ahogan por los estruendos de las bombas. Luego te observo y lloro por poder contemplar tanta belleza entre tanta destrucción. Sin embargo, nada me detiene y me abalanzo sobre tí, golpeándote como si fueras un enemigo, apretando tu cuello hasta que veo en tus ojos la súplica por un poco de aire. Ni siquiera es una súplica por poder vivir. Sólo un poco de aire. Cuando suelto tu cuello para que puedas volver a respirar meto mis sucios dedos en tu coño cortando la respiración y observo como la sangre va cubriendo tu cuerpo poco a poco. Dejo de oir las explosiones y los gritos y entonces son tus gemidos lo que lo ocupan todo. Noto la tensión de tu cuerpo apretando mis dedos y ellos forzando a que te abras un poco más, un poco más, hasta que mi puño es capaz de apretar tus entrañas. Podría hacer lo que quisiera contigo, pero entonces recuerdo que mañana volverán a caer bombas y quizá te necesite a mi lado para poder sodomizarte mientras hundo tu cabeza en el barro.
Querida Dominique, he cambiado, me cubre no solo el barro y la podredumbre, también siento la capa incandescente de este deseo sin consumar. Espero que cuando leas esto seas capaz de seguir viendo al hombre que era y no desprecies al hombre en el que me he convertido. Si así fuera, gracias por mantenerme con vida.
W
Arrugó el papel con lágrimas en los ojos y lo dejó caer de su mano inerte cuando los dedos de la otra provocaron el deleite. Quizá su amor se había encontrado o quizá fuera ella la que se había descubierto. Un rato después volvió a leer y comenzó de nuevo a imaginar.
Wednesday