Cerró los ojos y el cinturón de la gabardina sirvió como una avanzadilla. Le hizo juntar las muñecas y rodeó la butaca haciendo un nudo firme. Intentó mover las manos y como siempre le sucedía, no pudo. Pasó una de las puntas del cinturón, la de la hebilla, por debajo de su culo y noto el frío metal acarciando su coño empapado. Comenzó el cuadro segundo del segunto acto, se acercó a ella todo lo que pudo y comenzó a contarle lo que sucedía en el escenario mientras exponía el gancho de la hebilla dejándolo en perpendicular a la butaca. El sonido de una navaja, imperceptible le hizo adivinar lo siguiente. La tela de la ropa interior se deshizo como la mantequilla.

“¿Quién es el fantasma que cada noche nace de nuevo en el hombre y muere cada día?” le susurró mientras colocaba la punta del gancho sobre el clítoris. Ella solo pudo mordese el labio inferior aguantando la creciente necesidad de gemir. La respiración se aceleró y la boca empezó a secársele. “La esperanza”, contestó él mismo calentando la piel de la nuca con el aliento.

“¿Qué es lo que flamea como una llama y no es fuego, y arde como la fiebre, pero se enfría en la muerte?” El gancho se clavó junto al clítoris mientras que con el pulgar lo comprimía protegido por los labios. Ella cerró las piernas instintivamente y el dolor agudo le atravesó la espalda mientras se iba transformando en placer. Los músculos comenzaron a relajarse. “La sangre” volvío a susurrar. Mientras, el gancho se clavaba un poco más cada vez y el roce de sus dedos se iba acelerando. Ella contenía el gemido, los gritos y la respiración intentando absorver esas sensaciones tan dentro de ella como le fuese posible. Entonces, él se apartó un poco y en voz un poco más alta le dijo:

“¿Qué es lo que quema como el hielo, y cuanto más frío es, más quema?” Sintió la sangre recorrer su coño mezclada con su flujo, echó la cabeza hacia atrás sin saber que de su boca no saldría un gemido, ni un grito, ni un llanto.

“Tú”

 

Wednesday