House of Lords

Tenemos una tendencia natural a crear ghettos, reductos solitarios en los que resguardarnos y creemos que estamos no sólo en la posesión de la verdad, sino en una seguridad perfecta de nuestros actos y pensamientos. Sucede en todas las tendencias artísticas, en todas las expresiones que el ser humano es capaz de desarrollar. Cuanto más exclusivo, más elitista y más oculto, más perfecto y desconocido, claro.

Los dominantes es lo que tenemos, creemos estar en posesión de esa verdad y lo hacemos exclusivo porque nos diferenciamos de los demás, de esta capacidad de someter con un simple chasquido de dedos a quien se nos antoje. Suena a chiste en verdad.

La realidad siempre supera a la ficción, como debe ser y al final, nos encontramos siempre con una imagen bastante alejada de aquella que pretendemos vender. No es que vendamos humo, es que somos humo. Algunos incluso como el de Lost.

La única certeza que una sumisa puede tener a la hora de encontrar un dominante es tener algo de suerte y que se guíe poco por su intuición. Eso, o que aprenda a distinguir la ponzoña del agua clara en esta loca y absurda House of Lords.

Una casa, donde algunos juegan al tiki taka, otros al patadón y tente tieso y otros, los menos, a tender la mano y enseñarte las estancias.

Tú eliges.