Acariciaba la lámina de Klimt al tiempo que se le erizaba la piel, se le mojaban las bragas y recitaba de memoria un poema de Rimbaud. De fondo sonaba Lady Macbeth de Shostakovich y las lágrimas que de sus ojos brotaban, serpenteaban hasta encontrarse con el afluente que nacía de su coño. De ahí al suelo y a la eternidad. Se escondía en escrituras pensadas y reflexiones sesudas que no por ser mujer le salían de las tetas, pero tenían el mismo calado que el lago de el Retiro. Al otro lado, secuaces ávidos por sus lágrimas y sus contoneos culturetas esperaban con atención la incipiente piel de gallina que dejaba asomar en alguna de sus instantáneas poco pensadas para el cuarto de hora de pose fraudulenta. Luego un enviar y una sentencia poderosa, femenina a la par que contundente. Un mensaje explícito a la línea de flotación del machismo recalcitrante y al que poco a poco se le acercaba un ejército de ignorantes dispuestos a degollarse a cambio de una pajuela y una sobada de lomo.
Con su barba y su polla, su polla y su barba, entraba en disquisiciones varias explicando como la sexualidad es eso que tenemos todos y parece que unos pocos entienden mientras los demás, van dando tumbos por esta vida de placeres escondidos. En su mundo, las paredes son limpias e impolutas y solo se manchan de flujo, sangre y saliva que si no se limpia huele a chanchullos y gilipolleces. Era reputado, así lo atestiguaban una pléyade de mozas dispuestas a sentir el azote y tentetieso desde la distancia. Se había comprado un púlpito y desde allí nos emocionaba con sus lecciones y consignas mientras se embutía en unas botas de goma para saltar como Peppa y George en los charcos de barro.
Los cuentagotas tienen una enorme utilidad para no pasarte con las tonterías. Cuando el cuentagotas se cambia por una jarra de litro, el desborde nos hace entrar en un frenesí que hace que los labios se inflamen, los pezones nos indiquen la dirección a seguir y a algunos se les salten los ojos. Era una extrañeza la loa a las pollas y el rechazo a las mismas cuando no eran bienvenidas. Desde un punto de vista objetivo y pensando que la gente sea normal, lo es, pero ni hay objetividad ni la gente es normal. Entonces, es un problema de educación. Todavía se desconoce si es la de ellos o la de los demás porque el sentido común por mucho que queramos que tenga una sola dirección, no la tiene.
Entonces, sin quererlo ni beberlo, aparecen con una sonrisa y la creencia de que los estudios en sociología, psicología, pedagogía y tontología son suficientes para hacer un profundo estudio después de haber leído cuatro libros sobre el tema. Los libros son lo de menos, la cantidad no. Dejando antes de nada claro lo que son, añadiendo emponderación y transversalidad a la soflama para darle contundencia y credibilidad de pegote a la perorata. Abanderan la libertad indicando lo que hay que hacer y lo que no. Analizan la situación desde la perspectiva de la experiencia de dos o tres semanas, en un espectro de cinco o seis personas, en conversaciones que no se pueden contrastar y voila, son capaces de dar una clase magistral de cómo las bolas de navidad se empezaron a colgar en los árboles porque los hombres pensaron que de esa manera las mujeres, sin saberlo porque son gilipollas, estarían subyugadas al poder masculino del merry christmas. Y así con todo.
Wednesday