El mundo gira igual de rápido que hace un siglo. La información, sin embargo, se mueve tan rápido que somos incapaces de alcanzarla y tan solo ponemos los ojos en fragmentos que apresamos con nuestras retinas, en un vistazo rápido, en un movimiento deslizante de nuestros dedos, en el eco de un comentario, en un “he oído” o un “me han dicho”. Rápido, todo rápido. La vida, el amor, las conversaciones, la lectura, la comida. Incluso la muerte es rápida. Y como todo lo rápido, olvidable.
Todo esto se da de bruces con la originalidad. Lo original es marginado porque suele ser subversivo, porque cuando alcanza la corriente va contra ella, porque no se defiende de los ataques y ni siquiera los mira. Pero en nuestra necesidad de ser especiales, de sentirnos especiales, de creernos especiales, también creemos que somos originales asociando la teoría del rumor en la que uno modifica la información al interlocutor para sentirse partícipe de la historia. Copiamos, calcamos, fusilamos la información y las sentencias, nos apoderamos de ellas, a veces sin tener el pudor de reconocer la fuente y otras, haciendo creer que ésta resume un sentimiento interior tan fuerte que podría ser de uno mismo.
Todo está escrito, todo está compuesto, todo está diseñado. Ya no se puede crear nada nuevo. Algunos lo creen, normalmente los que copian. El pensamiento original no tiene que ser pretencioso, ni sorprendente, ni siquiera único, aunque sea original. Tan solo un punto de vista propio, argumentado y desarrollado, apoyado de pensamientos externos. Pero eso es esfuerzo y dedicación y hoy no se puede ser original dedicándole tiempo a eso. Cojo esta idea y la hago mía, la expongo como mía y la defiendo como mía. La misma idea que han compartido otros cientos o miles de personas que han pensado lo mismo que tú y antes que tú. La actualidad nos ha proporcionado un púlpito en que poder decir lo que queramos y sentir que estamos en posesión de esa verdad tan esquiva para los demás, pero no para nosotros.
Y esto genera opinión y controversia, aliados y enemigos. Facciones marcadas y nada inteligentes a mi parecer. Una sociedad compuesta de acólitos que derivan sus pensamientos hacia copias de otros pensamientos pensando que son originales. Destruyendo ideas y conceptos de otras épocas juzgados por la perspectiva actual. Nada más ignorante que eso. Donde la prohibición de textos, pinturas, esculturas y pensamientos nos hacen recordar distopías escritas en el pasado y elucubrando un futuro hasta hace bien poco imposible para nuestros pensamientos pero que hoy, son más reales que nunca. Censuramos, prohibimos y todo ello enarbolando las banderas de la libertad y la expresión y nadie o pocos en su sano juicio dicen ¡basta!
Mandela decía que no se sentía prisionero porque su mente era libre. Pero estamos en los inicios de una época oscura, tan oscura como las que hicieron que el hombre no avanzase en las ciencias o la medicina, esa época en la que el miedo era un aliado poderoso de la ignorancia. Y hoy vuelven a coincidir estos aliados. La ignorancia y el miedo.
Sólo se puede luchar sacando lo mejor y los más fiero de uno, enfrentándolos cara a cara y no rendirse para ser otra mera copia que repite y acepta aquello que le ordenan.
Bienvenido al ostracismo.
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