Uno se para y se pone a mirar el cielo, sin más, porque sí, o quizá porque se pone cachondo, o tal vez porque le sale de la punta del ciruelo. Cuando decide pasar a otra cosa, una marabunta acoge con entusiasmo su revolucionaria idea y asistes entre alucinado y sonrojado al despropósito.

Eres buen dominante si usas traje, zapatos fetén, doble nudo windsor, te haces la manicura, tus fustas son de diseño y te las hace un maestro curtidor que vive en Escocia, bebes whisky de malta, 20 años en barrica mínimo, la barba de tres días parece de dos, tu voz se parece a la de Constantino Romero, se pueden lavar braguitas en tus abdominales, te dio clases particulares Nobuyoshi Araki en tu peregrinaje a Kyoto y dices las mismas gilipolleces que todos, “buenos días caballero, ¿pasó usted ya por casa? Por su casa ya pasé”

Me he comprado un carrete de misticismo y voy a flotar en posición de loto, dejando caer de vez en cuando un par de frases y trolas efímeras para tener material con el que festejar sobre mi abdomen. Con suerte, y en un par de quites y chicuelinas alguna me sorprenderá con algo de entrega, complacencia y mi sonrisa, perfecta of course, será el centro de su mundo, my world. Y entre vosotras os cantaréis loas supérfluas de lo maravilloso que soy y lo perfecto que son mis actos y mis decisiones. Y le diréis a la afortunada lo suertuda que es y la envidia sana que tenéis porque no hay otro como yo, que rompo el molde hasta con la polla.

Y gravito sin tocar el suelo porque ellas, sumisas todas me adoran y obedecen sin rechistar, me llaman de usted y me piden permiso para cagar. Y yo, amo y señor de todo lo que son y podrán llegar a ser, se lo doy, pero con matices, no sea que puedan pensar por sí mismas y se den cuenta de que esto es como el timo de la estampita.

Luego me despierto claro y veo mis botas polvorientas, mis vaqueros casi destruidos y respiro aliviado.

Wednesday