¿Cómo? ¿Qué dice este papanatas? ¿Quizá nos ha engañado y es un subnormal?
Es posible que el título de la entrada confunda, pero no, es lo que es. Andamos últimamente sumergidos en esto de la profundidad artística, la poesía perpetua del corazón, el conocimiento del arte y el dominio de sus disciplinas mirando de reojillo y por encima a aquellos que sorprendentemente no han leído a Bukowski, no fardamos con Breaking Bad mientras se degusta un café blue montain tras una pila de libros cinéfilos después de haber estado en la filmoteca viendo una recopilación de los mejores cortos inéditos de Buñuel. Ni debatimos con énfasis aquel mensaje que nadie más vio en el quinto fotograma del segundo rollo del Acorazado Potemkin. Es tan estúpida la superficialidad como enfangarse en esas turbias aguas de la mezquindad que ofrece la pedantería.
De vez en cuando un poco de superficialidad está bien para relajar tensiones acumuladas y si, ¡jo tía, tienes unas tetas de lo más azotables! te parece un mensaje un poco directo podría, cambiarlo por ese que dice que: en el fulgor del atardecer, cuando los rayos del sol, en un breve instante tornan del rojo infernal al verde más esperanzador, podría comerte las tetas entre hostia y hostia. Ni pa ti, ni pa mi.
Algunos, con el escudo de lo cultureta, se lo hacen de puta madre en esto del camelo a las nenitas. Labia entre lametón y sorbo de café. En realidad ellos se molan a si mismos, ellas se mojan porque alguien llega a su verdadera alma y la camarera, asombrada, se asombra más cuando le digo lo buena que está, entre el manto sempiterno de la sonrisa vertical. La superficialidad hoy, que parecía se había asentado en nuestra sociedad, parece que en la Fnac se lleva poco, y ellos se las llevan de allí hacia el café de moda, para terminar con un gin tonic con pepino.
Camarera, un gin tonic. ¿Le pongo pepino? Desde que entré por la puerta.