Miró el bote abierto, perdido en el fondo, vacío e insultante. Se preguntaba extrañado porqué llevaba así varios días, en el fondo de la nevera y la miró a ella. Como si nada, se movía grácil haciendo esto o aquello y seguía sin entender el motivo de guardar algo inútil. Había tantas cosas que no entendía porqué se hacían, que dejó de pensarlo abiertamente, sin embargo, los nubarrones siempre le acompañaban. La vida, ajena a las injerencias externas es posible, tan solo hay que tener objetivos claros, algunos sencillos y otros no tanto, y éstos últimos, lo que generan escollos, son los que te permiten crecer y avanzar cuando los superas.
Pero la vida no es la realidad. La realidad es muy distinta. Una realidad donde sentirse deseado supera todas las expectativas, donde enseñarse por partes o por completo para que otros adoren aquello que observan sea el premio esperado. La vida y la realidad son cosas distintas. Ella era su vida, pero no se había convertido en su realidad. Prefería compartir la privacidad de sus marcas con un mundo incapaz de apreciar su belleza, solo la envidia que producía hacerlas y recibirlas. Mientras él interiorizaba aquello, ella disponía filtro arriba, filtro abajo, imágenes de su cuerpo decorado adornado por palabras elocuentes que recibían un aluvión de gratificantes deseos ocultos en afiladas flechas, dispuestas a perforar los sentimientos a las primeras de cambio.
Pero ella lo desconocía. A él, simplemente le entristecía la banalidad en la que se había convertido todo aquello impulsado por la moda. En ocasiones, hablando sobre ese tema le dejaba claro que esta erupción proclamada sobre el interés del BDSM, había sido gloriosa. ¿Cómo iba a estar en contra de que algo que disfrutaba con tanto placer y dedicación no le gustase a la mayor cantidad de gente posible? Sin embargo, viendo como danzaba de puntillas y descalza sobre el suelo mientras se tomaba sorbo a sorbo el café humeante veía reflejado la realidad del mundo. El más, el mejor y que todos lo sepan, ese inquino deseo de restregarle a la gente las cualidades efímeras de las personas. Lo bellos que somos, la suerte que tenemos, lo mucho que me desean, las ganas de poseer aquello que no tenemos.
Y volvió a mirar el fondo del bote vacío, la realidad misma. A él le gustaba su vida, y su vida era ella, pero detestaba compartir aquella vida y que ella no se diese cuenta de que lo que hacía era traicionar lo más íntimo que le había dado. Cerró el bote, terminó el café, se duchó, se vistió, todo ello en silencio mientras ella, feliz, aún danzaba de puntillas sobre la vida. Observó al trasluz la belleza artificial de aquellos movimientos que antes eran suyos, pero que ahora, ya eran de todos los demás. Cerró la puerta tras de si y dejó la vida para volver a la realidad.
Wednesday