Como dos ondas armónicas se fueron encontrando a lo largo de la vida. Al principio, se enroscaron en esa espiral de desenfreno, de risas alocadas, de humedad constante. Luego, la vida les hizo cambiar de tonalidad. Cada uno, con despecho y tristeza, con rabia, siguió su camino. La distancia y el tiempo hicieron lo demás. Mientras mantenía los ojos cerrados, escuchando el roce de los dedos y el aroma a jazmín del algodón, intentaba recordar cuando había cambiado todo de nuevo. Quizá fuera simplemente la edad, quizá no, pero desechaba las cosas que no fueran constantes. Se sentía viejo cuando volvió de nuevo de puntillas, con el pelo más corto, la mirada más viva, la sonrisa destructora. Su espalda entonces se irguió, y los ojos de nuevo se oscurecieron. Cada mañana desde entonces, le abrochaba los botones de la camisa, deslizando los dedos entre los pliegues para dejarlos perfectos, de abajo arriba que era como le gustaba. Se recreaba en ellos y él lo hacía en el olor de su pelo enredado. Con los labios a veces se lo apartaba de la frente y apoyaba la suya, escuchando además la respiración y como sus pechos chocaban contra el torso. Entonces, por instinto y por placer rodeaba la cintura con los brazos clavando ligeramente los dedos para que ella, con un gemido de aprobación, se pusiera de puntillas y se fundiese con él.

Seguía siendo viejo a su lado, sin embargo, no necesitaba nada más que aquella respiración junto a él. De vez en cuando conversaban descubriendo que sólo con ella era posible. Vivía en su silencio, pero con ella, todo era la jungla, con sonidos dispares, con vida. Otras veces se sorprendía cuando veía las lágrimas asomar y rodar por sus mejillas, sin saber qué hacer. Tan solo abrazaba su cuerpo sin darse cuenta de que era exactamente eso lo que ella necesitaba. Otras veces jugaban como críos o simplemente estaban el uno junto al otro. Recordaban de vez en cuando el motivo de tal o cual marca y ambos sentían escalofríos.

Hablaban poco de la distancia, de aquella travesía que fue liberadora en tiempos distintos, de los planes para el futuro sin haber tenido en cuenta el presente. Ahora todo era muy distinto. Los gemidos ya no eran los de la pasión desenfrenada sino los de la entrega y la posesión, los del respeto. Eran iguales siendo tan distintos.

Como cada uno de aquellos botones que cada mañana colocaba con mimo en cada ojal.

 

Wednesday