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El metal vibraba, sonoro, rotundo. Los dedos se marcaban cuando se deslizaban, a veces con una rugosidad desesperante y otras, tan suave, como si la seda se compusiese de notas discordantes, saltando entre las síncopas de los gemidos. Con cautela pulsaba y esperaba el resultado del sonido producido, rasgando a veces o golpeando otras. Comenzó con suaves arpegios en su piel, descubriendo su cabello con las yemas entrenadas, una introducción melodiosa que se antojaba épica, entonces, los golpes certeros cayeron uno tras otro, pesados como el propio ritmo de los latidos de su corazón y en cada vibración, punzadas guturales salían de su garganta, jaleando su ánimo y acallando su impaciencia.

Ella con su espalda apoyada en su pecho, el cabello ocultando parcialmente su cuerpo, notaba como su piel era correspondida de todas las maneras posibles. El estribillo de la noche se acentuaba cuando él, mágicamente despuntaba bajo los focos de su sexo impúdico y empapado por el clamor del griterío. Una catarsis maravillosa que se fraguaba lentamente cuando los dedos acometían con ligereza cada nervio, transmitiendo con desdén desesperante un placer inconmensurable.

Tras ella, la voz áspera de la certeza, de lo absoluto y lo perfecto. Cada roce era el adecuado, en el momento e instante perfecto. Cada palabra, desde el cariño y la violencia despertaba todo su ser, revolvía sus entrañas y recolocaba sus huesos, que tintineaban desde que entró por la puerta. Pero ella silenciaba esos temblores y los enmascaraba con sumisión y entrega absoluta. Se convertía en leona, hambrienta y salvaje, dominada por una simple mirada del todopoderoso entorno de su vida. Su vida era él porque lo era todo.

Cuando los dientes traspasaron la dulzura de la piel, saboreó lo salado del triunfo y la decadencia de lo efímero. Era suya, solo suya y su espalda lo notó en el solo mientras reposaba y sus brazos se dejaban caer y sus muñecas prisioneras, se desangraban de furia.

Entonces le cantó al oído cuando tus brazos estén abiertos completamente para mí, serás mi bailarina.

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