Nunca una joya tan valiosa estuvo tanto tiempo en el fango. Pero incluso allí brillaba la muy hija de puta. Se había pasado toda la vida esquivando lo inevitable, de manera envidiable y casi sin que se notase. En su cabeza resonaban todas las disputas y cuando se miraba al espejo sólo veía a una extraña, una impostora que robaba el tiempo y el espacio en su beneficio y creyendo además, que su imagen era una completamente diferente. En su interior y de puntillas, ni siquiera se manchaba del barro que desde la infancia le atrajo. Las cadenas que en sueños acariciaba, las mordazas improvisadas que su mente elucubraba y aquella imaginación que, al inicio era incapaz de comprender, pero que al final taladraba una y otra vez sus ensoñaciones.
Luego la realidad era otra, la bondad y la belleza se proyectaban al resto del mundo y mientras para ella era un disfraz, para los demás era pura luz irradiada sin ánimo de pretensión. Iba donde quería y se le abrían todas las puertas, excepto las que de verdad ella deseaba pero aún desconocía. El tiempo engulló a la joya y aunque por fuera seguía brillando, por dentro no era más que un objeto valioso acumulando polvo. Todo se reducía a dejar a un lado aquello que no comprendía porque nadie se había parado a explicarlo de la manera adecuada, con la ternura y la minuciosidad que ella necesitaba. Al final la joya quedó reducida a un simple pensamiento recurrente que nunca tendría el lugar adecuado para lucir y todas aquellas piezas revueltas dejaron de tener importancia.
Un hija de puta puede ser el estímulo adecuado para llamar la atención. Todo depende del contexto por supuesto, pero aquellas tres palabras agitaron las piezas desordenadas que llevaban años en un letargo que ya parecía eterno. El calor que inflamaba sus pechos le daban sentido y orden aquellos pensamientos que desde la infancia le crearon inquietudes. Eran sólo palabras, pero para ella lo eran todo, o eso quería creer. Le escuchaba y entendía porque no hablaba para ella sino para alguien que su cabeza era una obra perfecta. Eran las palabras la que daban sentido a todas sus pasiones hasta que aquellas palabras, que durante años escucho, se volvieron hacia ella. Entonces todo lo luminoso se oscureció y de pronto, sin un periodo de transición, la joya que había estado guardada y sólo expuesta al polvo tomó vida y volvió a su lugar natural. Fue arrastrada hasta el fango donde por fin sintió las cadenas, la jaula en la que podía hacerse un ovillo para que él hiciese con ella lo deseaba, revolcada entre su pasión más intensa y la violencia más extrema, sabiendo de antemano que su sitio era estar acurrucada a sus pies. Se dio cuenta entonces de que era una joya dura, capaz de someterse a intensas presiones y no romperse ni quebrarse y entendió que, el puzle de sus pensamientos se ordenaba a medida que más se arrastraba en el fango. Fue vendida y comprada, violada y rescatada, compartida y ensuciada hasta límites inimaginables y sin embargo había encontrado su sitio, por fin. Cada vez que se lo repetía se quedaba sin respiración de igual manera que cuando era consciente de que ya tenía a quién adorar porque él cuidaría de ella.
Nunca una joya tan valiosa estuvo tanto tiempo en el fango y resultó ser tan hermosa.
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