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¡Entra!

El empujón fue lo suficientemente fuerte como para que perdiese el equilibrio y cayese de rodillas al tropezarse con las gruesas cortinas color burdeos. Durante todo el día había estado muy agresivo, con órdenes tajantes y gestos secos. En realidad se ponía muy cachonda cuando le demostraba ese poder y ese control de aquella manera. Toda la semana le había pedido salir de fiesta, ponerse sexy y lo que surgiese pero él, reticente, solo le había dado largas. Durante la cena le notó tenso, y cuando le hablaba lo hacía con los dientes mordidos mientras las palabras se convertían en silbidos de lujuria y violencia. Calle abajo agarraba su brazo con fuerza, dejándole las marcas de los dedos clavados mientras tiraba de ella y no se preocupaba de si se tropezaba  o no subida en aquellos tacones.

Cuando levantó la mirada, las luces estroboscópicas lo inundaban todo y tardó unos segundos en acostumbrarse. Cuando lo hizo lo primero en lo que se fijó fue en las mujeres que disfrutaban de los glory holes, mientras los gemidos se mezclaban con la música y el olor a sexo intenso recreaba su olfato. Sin darse cuenta se sintió en trance y el cuero rodeó su cuello, ajustándose como un guante. Luego la tensión de la cadena le llevo a un estado que deseaba desde hace mucho tiempo. El susurro en su oído sonaba delicioso, “olisquea nena” le dijo y ella se estiró hinchando el pecho con una sonrisa enorme en la boca, tirando de la cadena y notando como la presión en su cuello le hacía abrir la boca y sacar la lengua que goteaba saliva de deseo. Cuando se paraba a observar notaba tras de sí el cuerpo cálido y pegado y su corazón latiendo pausado y con fuerza, con la seguridad del que manda. La piel erizada era suficiente para que su coño estuviese empapado de manera constante. Y así fue pasando la noche, observando como aquellas mujeres se deleitaban en un maratón de pollas inagotable que iban sustituyéndose en aquellos agujeros misteriosos, que llenaban sus caras de aquel líquido espeso y blanquecino que se escurría por sus barbillas. Otras dejaban que jugasen con sus culos mientras manos poderosas sujetaban sus cuerpos semi desnudos. En otros lugares, máquinas imparables taladraban sin descanso mujeres inmovilizadas por delante y por detrás, en un hipnótico movimiento acompasado. Otra mujer colgada y sentada sobre una Sybian a pleno rendimiento que provocaba orgasmos desmesurados que llegaban al desmayo. Unas cuantas bofetadas le devolvían a la realidad del placer desesperado. Cruces, latigazos, azotes, jaulas, rincones, entregas para el disfrute de uno o de varios. Era todo lo que necesitaba ver para darse cuenta de que lo deseaba todo.

La cadena tiró de ella haciéndola retroceder hasta pegarse de nuevo a él. “¿Deseas algo?” le pregunto suavemente. “Todo” dijo ella en mitad de un gemido cuando notó los dedos acariciar su coño. Entonces él, soltó la cadena.

Feliz cumpleaños” le dijo mientras besaba la mejilla. Ella solo pudo sonreír.

 

Wednesday

 

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