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Recostado en su sillón, tan viejo como él, recordaba las innumerables muestras de respeto, las palabras adornadas que caracoleaban en sus oídos acelerando el recorrido de su ego. Departía con sinceridad siempre, aconsejando e instruyendo. No le costaba nada, era lo mismo que nadar en aguas plácidas para una criatura marina y como ésta, saboreaba la sal en mejillas ajenas salpicando suelos que filtraban todas esas emociones. El dolor, la duda, el miedo, el placer y los recuerdos. Al final éstos, conducían al mismo lugar y al mismo instante. Ahora, solo, rememoraba aquellas conversaciones distantes y aquellos miedos que siempre eran los mismos. Nunca imaginó que ese miedo le golpease con tanta dureza a él.

Bajo las sabanas su sonrisa no tenía rival. Daba igual que el día fuese luminoso. El sol se arrugaba y oscurecía para no entorpecer la belleza. De noche, ni siquiera las velas con el indómito plasma rojizo podía ocultar la hermosura. Daba igual. Sentía su piel y las marcas que le producía casi a diario, el gesto estoico del dolor, el río del placer y los charcos de la satisfacción, la saliva gorgoteando en la garganta mientras asfixiaba al cisne. Sin embargo allí estaba cada noche, cada día, cada instante que él fabricaba para ella, con sus manos o sus cuerdas. Se miró la piel áspera y se dio cuenta de todo lo había construido para ella. Sin embargo, día tras día le hablaba de ese sentimiento de soledad con el que una sumisa se acuesta cada noche, incapaz de encontrar el dominante que encauce sus sentidos. A él le hacía gracia en aquellos momentos porque ante sí tenía la plenitud y la consciencia. Se atrevía a pensar que el dominante no estaría solo jamás, que él no lo estaría nunca. Simplemente pensarlo le hacía reír a carcajadas.

Pero como todas las risas, algunas aclaran la garganta y otras atragantan. Recostado en su sillón, tan viejo como él, comprendió como la soledad era incapaz de rivalizar con su sonrisa. Una soledad traslúcida, la única cosa que no supo entender ni controlar. Cerró los ojos y lo vio más claro y fueron ahora sus lágrimas las que pudo saborear. Sabían a ella y sonrió.

 

Wednesday

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