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Todos los sentidos estaban confundidos. Lo escuchaba todo, pero no entendía nada. Lo veía todo, con los ojos encendidos pero los párpados cerrados. El sabor metálico de la sangre tibia se transformaba en un segundo en fruta ácida y al siguiente en el amargor del semen. La piel estaba tan hipersensibilizada que sólo sentía calma cuando él arrancaba la piel mientras el grito se ahogaba entre una pléyade de sensaciones irrepetibles. Su cuerpo navegaba por una ingravidez sorprendente mientras intentaba descifrar las ondas de sonido que salían de la boca que hasta hacía unos instantes había masticado su carne. No le escuchaba, sólo notaba la presión del aire que salía de sus labios. Dentro de su cabeza había una explosión de color a la que podría estar mirando eternamente.

Sintió en la espalda como la pared se deslizaba y su piernas aún temblorosas intentaban sujetar el peso de su cuerpo. Sin embargo desde dentro se sentía ligera aunque fuese atraída por el mismo núcleo de la tierra de manera inexorable. Podría volar, pero no tenía fuerzas, podría sonreír, pero sólo le salían lágrimas. El roce de sus dedos apartando el pelo de la cara los sentía como la brisa primaveral. El beso delicado de los labios se parecía a la estampa de los lobos cuando observan en el bosque a media distancia, animales bellos que escondían una fiereza inusitada. Esos labios cálidos que ahora enseñaban temple antes enseñaban los dientes que se pintaron con su sangre.

Acurrucada y abrazada a sus piernas estaba en otro lugar, pero se sabía segura y observada. Se hundía en un mar de colores y luz y se sorprendía como había llegado allí, traspasando lo más oscuro que había visto y sentido jamás. Allí, flotando, era consciente de que no querría otra cosa que no fuera eso y entendió que ahora sería fácil. Ahora sería fácil con él. Fuera de aquella nube acrisolada sentía su presencia poderosa y enorme, esperando el momento adecuado para introducir sus enormes brazos a través de aquella bruma para arrancarla de la placidez de aquel lugar. Pero sabía que era su primera vez y dejó que se deleitase mientras las luces iridiscentes de los orgasmos empezaron a propagarse por aquellas nubes.

Cuando los brazos le arrancaron de su placer lloró de placer y rabia, se abrazó con fuerza a sus hombros y sintió por vez primera lo que era sentirse amada, protegida y entregada. Era suya y él era el dueño de todos los posibles espacios a los que la llevase.

Wednesday

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