La cerveza estaba fría, placentera. Me senté y la púa estaba en el mismo sitio donde la había dejado. Intentaron llevarse los vasos pero le pedí a la camarera que por favor los dejase donde estaban. “Así pues y como veo, la púa está ahí, esperando, con ganas de infringir dolor me parece a mí y eso solo puede ser por dos motivos. Qué no tengáis valor suficiente y eso diría mucho de lo estúpidas que sois o que deseáis de verdad conocerlo, con lo que se demostraría vuestra bajeza como sumisas y en ambos casos tendría razón.”

La rabia que moldea la cara cuando te escupen y le dan una patada a la silla en la que estás sentado, haciendo tambalear cualquier atisbo de certeza por tu parte, daña siempre tu imagen, siempre ha sido así y siempre lo será. Cada trago era mucho más placentero que el anterior. “Entonces, ¿qué hacemos? ¿dejamos esta conversación aburrida de dominante que solo con palabras ha conseguido que os estéis quietas y con el culo pegado a las sillas, sin alzar la voz, sin deciros los putas o esclavas que sois, sin tocaros un puto pelo? o por el contrario ¿queréis demostrar que no estáis equivocadas pero para ello os tendréis que ir con el rabo de perrita entre las piernas?

El odio es poderoso cuando se puede controlar, sin embargo cuando eres incapaz de manejar esa sensación, los ojos son los primeros reclamos por donde la ira va a pronunciar las palabras.  Por eso es muy importante taponar la hemorragia antes de que sea demasiado tarde. “Si lo que tenéis pensado es lanzar improperios como los que hicísteis al principio, me voy a permitir la licencia de deciros que me la suda lo que podáis pensar o decir de mí. Ya os he dicho que sois la mierda que piso con mis botas. De ahí no podríais pasar. No sois ejemplo de nada, aunque os arrodilléis y os sometáis al dolor y el sufrimiento sin ningún tipo de sentido, no sois adalides de la sumisión ni iluminadas para las sumisas venideras, no sois la realidad del BDSM, solo sois una moda. Las modas pasan y cuando vuelva, seréis deshechos, ajadas pieles maltrechas que nadie querrá tocar, por mucho que digáis que vosotras sois la verdadera sumisión.”

Me levanté y dejé la púa, total, tengo muchas más en mis bolsillos. Y ellas, amantes de la simbología pensarán en ella siempre, aunque no tengan ni la más remota idea de lo que en realidad significa, porque como todos los símbolos, se pueden destruir. Posiblemente su silencio ha sido el mayor acto de sumisión que han tenido jamás.

 

Wednesday