No recordaba haber errado ni tan siquiera había contravenido alguna de las estrictas normas, sin embargo, sentía ahora que el sudor se escurría por su cuello que algo había sucedido aunque era incapaz de saber el qué. Mientras, él, con la mirada perdida entre sus piernas y alguna de aquellas ensoñaciones, transmitía cierta soledad que ella intentaba aplacar. Aquella figura, ahora sentada, imponía no por su presencia, sino por sus gestos. No mires, le dijo con suavidad y ella, volvió a refugiarse en los múltiples pensamientos que pretendían buscar una respuesta a aquella situación. El calor ardiente se instalaba con rapidez en su vulva, y no sabía diferenciar si era por aquella situación incontrolable, por la figura tranquila que tenía delante o por el metal incandescente que estaba situado a escasos centímetros de sus labios.
Silencio, le pedía una y otra vez, pero era solo su respiración la que hablaba. Controla el aire, hazlo despacio y profundo, le dijo. Pero le costaba, las piernas le temblaban y temía quemarse. Entonces él se puso de pie y le agarró el cuello. ¿Confías en mí? le escupió a la cara. Asintió con un gemido, lo único que pudo escaparse de su boca. Entonces deja de lloriquear y haz lo que te diga. Respira, despacio, profundo. La voz sonó ronca mientras la presión del cuello cesaba. Se dio cuenta entonces que el calor había desaparecido mientras él le hablaba. Pidió permiso para cerrar los ojos y él asintió mientras se volvía a sentar.
El cuerpo rezumaba sudor, por el calor y la excitación y las gotas se iban acumulando formando riachuelos que aceleraban y frenaban por los pliegues de la piel. Se acumulaban en la ingle y desembocaban en el borde de los labios donde gota a gota se evaporaban al entrar en contacto con el metal incandescente. El sonido se metía en su oído, cada vez más constante, un goteo imparable de sudor y pronto de flujo. Los labios hinchados facilitaban el goteo.
Abre los ojos y mira, le ordenó. Al bajar la cabeza comprobó como una pequeña nube de vapor calentaba y ocultaba su coño por completo. Fue una maravillosa imagen, sentir tan de cerca ese calor acumulado. Cuando retiró el metal, aun humeante vio como la mano que estaba sumergido en un cubo de agua helada agarró por completo su coño. el contraste fue tan brutal que calentó la mano con una corrida inaudita mientras las piernas dejaron de soportar el peso de su cuerpo, solo sujetado por aquella mano que comenzó a templarse.
Cuando la mano se apartó, sintió una extraña firmeza en los labios. Con un gesto le invitó a que se acariciase. Entonces los labios, ahora firmes se comportaron como barreras de contención y la sensibilidad creció, creció, de una manera magnífica, sobre todo cuando el sonrió al ver su cara de placer y asombro.
Wednesday