Como la lluvia, como la arena fina, como los suspiros. Así era mi deseo y de ese poder inconmensurable todo se perdía entre mis dedos, junto a la comisura de los labios, en cada parpadeo. Olía su perfume, sutil y brillante mientras el reflejo del sol hacía de su pelo un caleidoscopio iridiscente. Nada tan negro había brillado tanto desde el origen de todo. El roce se hacía frío en la distancia, el sonido de la voz peleaba con la estática y los silencios desollaban toda esperanza. Sin embargo, el calor que le invadía a cada instante merecía todo el frío, el dolor y la ausencia.

Se miraba las manos descuidadas porque no necesitaba una piel diferente a la que deseaba y esta, algún día se posaría en las suyas de la misma manera que lo haría un pájaro herido o un perro fiel y obediente. La jaula vacía era sólo la caverna esperando el regreso del sabio para demostrar a todos que no era más que un espejismo, un impase que el dios del tiempo había puesto en sus vidas para que sintiesen lo que era la tortura de ver como el reloj pasaba inexorable acercando el fin de sus días y debilitando las fortalezas de sus deseos.

Como Lady Halcón, ella se despertaba cuando él ya se había convertido en el lobo. Se miraban y se comían, se alimentaban de sus instintos y sus deseos, de sus historias inacabadas con la esperanza de terminar de una vez por todas las lecturas compartidas que habían empezado juntos. Las cuerdas, la esperanza; las humillaciones, las sonrisas; la sangre, los besos; la saliva y los gemidos. Todo aquello guardado a buen recaudo en lo más profundo de sus mentes y sus corazones preparado para estallar en cuanto el conflicto estallase.

El sabor amargo del café frente al ventanal mientras el silencio lo invadía todo era suficiente para volver a aquel sueño que desencadenó todo. Una y otra vez.

Wednesday