Me torturas con tus ojos, furtivos y distantes
con tu andar esquivo, con tu paso firme
con aquellos que diste y después borraste.
Con tu olor a frutas, dulzón y apetecible
con tu aliento cálido, vertiginoso
y la espiral de sueños turbadores
que encierro conmigo, pero no contengo
sueños que se agitan y se inquietan
que se balancean, como el bambú soplado por el viento.
Me torturas con tus gestos, con tus roces, con tu pelo
y mi brazo imaginario, te atrapa con deseo
Rompiendo cualquier regla, rompiéndome por dentro.
Me torturan los recuerdos, los abrazos infinitos
la caricia de tus dedos complacientes
y mis gestos, agradecidos.
Me torturan mis reproches, mis lamentos
el final de algo que ni siquiera existe
que ni siquiera conservo.
Me torturo con mis llantos, con mis ansias, con mis gritos
recreándome en lo único que tengo
mis lágrimas, oscuras, como la noche.
Y noctámbulo escucho y veo
los silencios, los fantasmas y fantoches
El clamor de mis entrañas, desgarrando el éxtasis
que me envuelve por completo.
Ataca la gallardía, el galante, el generoso
y se enfrenta con la brisa, la pausa, lo hermoso
Me torturo con lo breve y lo escaso del momento.
Con el principio y el fin, instantáneo y perverso
y entre ellos te encuentro
y entre ellos me encuentro
coincidiendo en la bruma, en la noche
con tu aliento cálido, vertiginoso
con tu olor a frutas, dulzón y apetecible.
Me torturo con el encuentro
Me tortura imaginarlo.