Pretendía insinuar, vaporosa entre la tela, con los efluvios del perfume filtrándose entre los pliegues de su vida. Adornada, encaje, abanicos por pestañas, maquillaje sutil, labios impropios de una vida mundana. El cuerpo turgente, los pezones, llenos de vida, adolescentes en el roce con la tela, dejando fluir las hormonas hasta su entrepierna. Parada frente a él, esperando, expectante, nerviosa y ligera, casi de puntillas elevada en tacones imposibles, notando el roce de las muñecas en la parte inferior de la espalda, los dientes clavados en los labios. Una pose estudiada e infalible.
Cuando vio el cuchillo supo que no tenía el efecto deseado. Con un leve gesto hizo que se bajase de ese altar ficticio y caminase hacia él temerosa. La tela se rasgó tan fácil como su voluntad, sin dejar de mirar a sus ojos. Las pretensiones siempre cometen los mismos errores, en esa creencia de que todos son iguales. Pasó los dedos por los labios, mojando de saliva y carmín, deslizó luego hacia abajo sus párpados creando líneas negras por las mejillas. Soltó el cierre de su ropa que cayó al suelo, flotando y la bragas fueron arrancadas en un violento ejercicio de precisión. Ella se ofreció como un regalo donde le dio demasiada importancia al envoltorio sin darse cuenta de lo atípico del pensamiento del contrario. Sintió como si aquella exclusividad que le ofrecía adornando su cuerpo fuese una barrera invisible que retiró sin el más mínimo esfuerzo y deseo. Se preparó a conciencia para él y sin embargo a él no parecía importarle en absoluto. Se sintió algo defraudada, como si el esfuerzo por agradar hubiese caído en saco roto pero escuchaba su respiración pausada, los labios pétreos y sentía las manos y la hoja de acero ahora cálida acariciar la piel. “¿No te ha gustado? le preguntó.
La mirada, aquella que demuestra extrañeza, era la que más confundida le mantenía. Cada vez que insinuaba una pregunta, alguna reflexión sobre su creencia o su vivencia, le hacía expresar la misma mirada. Parecía que no había conexión entre ellos, como si de repente, un telón de terciopelo negro cayese entre ambos y solo el cuerpo pudiese atisbar las sensaciones. Era como un shock del que despertaba rápidamente con sus palabras y sus reflexiones.
“Los regalos se envuelven para desviar la atención, para adornar lo que contienen, para darle misterio al contenido. Pero tú no eres un regalo, no necesitas desviar mi atención, sé lo que contienes” Le decía mientras cortaba la tela en jirones. “¿Entonces no quieres que me vista así para ti?” preguntó ella. Él sonrió, como siempre. “Claro que si, es una delicia que intentes enmascarar el fruto y la madurez de la entrega. Hay juegos que se convierten en vivencias y vivencias que son juegos. Aprecio infinitamente el tiempo y la dedicación que me otorgas cuando te vistes así, pero no lo hagas como si lo importante fuese el primer vistazo. Veo a través de ti y quiero seguir haciéndolo porque siempre me enseñas algo nuevo, siempre se me escapa algún matiz y prefiero que adornes tu mirada y los gestos hacia mí que tu cuerpo. La belleza no se adorna“.
La ropa destrozada estaba a sus pies, sobre sus botas y ella sin darse cuenta temblaba desde aquellos andamios imposibles hasta que él agarró su cintura. “¿Preparada?” le preguntó. Ella bajó la mirada y se pegó a él porque en ningún otro lugar estaría más salvaguardada que allí mientras escuchaba como el cinturón se deslizaba por el pantalón. Ese cuero hacía que todo fuese traslúcido y se vió reflejada en sus propias transparencias que yacían en el suelo como la piel mudada de una serpiente. Y otra serpiente, mucho más dura y agrietada se haría cargo de su verdadera piel en esos instantes.
Wednesday