Un lugar abandonado siempre le pareció buena idea. El aparente silencio venía provocado por el desolador estado de las cosas, pero la vida se había hecho un hueco en cada rincón. Las paredes pintadas y los agujeros que dejaban ver parcialmente el resto de los espacios jugaban con la luz de la luna y con las sombras. Cerca de una de aquellas paredes, había una silla lo suficientemente vieja para comprobar que el tiempo había dejado posos de cordura en su asiento y su respaldo. Aun así, desentonaba en un lugar como aquel. A ella le pareció un símil excitante porque, con su vestido ajustado y sus tacones, era una figura esbelta fuera de lugar. El suelo crujía bajo sus pies y el equilibrio determinaba que sus rodillas no se estrellasen contra el suelo lleno de escombros. Cuando llegó frente a la silla vio la cuerda y sonrió. Se sentó sobre ella, notando las fibras de yute rascar la piel mientras cruzaba las piernas. En su cabeza sonaba la música que ella ponía cuando el silencio que él imponía era atronador. Entonces dejó caer la espalda y la cabeza hacia atrás y comenzó a darse impulso para girar en dirección contraria a las agujas del reloj. Cerró los ojos ligeramente, lo suficiente para que las luces y las sombras comenzaran a bailar al son de la canción que tarareaba en un susurro:
*”You’ll soon be hearing the chime
Close to midnight
If I could turn back the time
I’d make all right”
En la nuca desnuda notaba el metal de la silla y recordó la rabia que a él le produjo que se cortara el pelo. Aquel error estuvo dando vueltas en su cabeza durante muchos días, pero a él pareció no darle más importancia que el disgusto inicial. Cuando oyó los pasos volvió a sonreír y cerró los ojos completamente y el susurro se convirtió en melodía:
*”How can it end like this?
There’s a sting in the way you kiss me
Something within your eyes
Said it could be the last time
‘Fore it’s over!”
Se colocó detrás ella y le sujetó la cabeza. Metió la mano por debajo de su culo y fue tirando de la cuerda despacio desenrollándola entre sus piernas. Las fibras rozaron los labios que se iban mojando al tiempo que se le secaba la boca. “Abre” le dijo y ella obedeció. La saliva se descolgó e inundó la garganta evitando el sonido del gemido que comenzaba a nacer mientras el frio del acero comenzaba a desgarrar el vestido de satén negro que llevaba puesto. Roto por la mitad, la luna bañó de blanco la piel y ésta se erizo sabiéndose desnuda y vulnerable. La cuerda se fue colocando en mitad de aquella danza nocturna, los nudos asimétricos creaban un falso movimiento que desde lejos se mimetizaba con el fantasmagórico entorno. Pasaba los dedos entre la piel y el yute pulsando los nervios acelerando el aumento del flujo que ya formaba un pequeño charco sobre los escombros. Aún mantenía los tacones intactos y cuando movía los pies, la grava producía chasquidos sonoros que rebotaban en las paredes multiplicando el efecto sonoro. Entonces la garganta volvía a secarse y él escupía con violencia dentro de su boca. Agarró el pelo y tiró de él hasta que la cabeza quedó en su posición natural. Luego dio dos pasos hacia atrás y observó el resultado. Dejó caer el cuchillo al suelo y abofeteó las tetas. Ella perdió el pie y uno de los zapatos se le salió. El pequeño gritito fue más por la sorpresa que por el daño. Entreabrió la boca y dejó ver la asimetría de sus dientes, el brillo de los ojos y las mejillas sonrosadas. Se abalanzó sobre ella y agarró el cuello con tanta furia que levanto la silla un centímetro. Cerró los ojos y dentro de su cabeza siguió cantando mientras él profanaba su propiedad.
*”Just wanna be
Wanna bewitch you in the moonlight
Just wanna be
I wanna bewitch you all night”
Wednesday