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Que la vida es un vaivén interminable y tormentoso de sensaciones y emociones y que mantenerse a flote es una tarea compleja, no es algo que merezca ser reseñado por lo evidente que es. Pero en esto del D/s las apariencias engañan y aquí el más tonto hace relojes. En apariencia digo, no debe cuestionarse la infalibilidad del dominante, que debe caminar sobre las aguas, como si su maestría encarnase no solo la perfección y la sabiduría absoluta y dogmática, sino como resolución a cada uno de los problemas de la sumisa, dando un golpe de efecto tan certero que la vida de ésta, pueda ser resumida por la palma de sus manos.

Hay quiénes se creen esta perfección sin admitir de ninguna de las maneras que yerra, de manera habitual y de forma sensible. La sumisa, bien aleccionada y con dos dedos de frente se da cuenta y llama la atención. El dominante debe rectificar porque no puede hacer de su capa un sayo. Bueno, puede, pero hay que ser muy gilipollas. Sin embargo, algunas, muchas, una tropa, vamos, son incapaces de verlo, sentirlo o ni siquiera acercarse al error del dominante que lleva poco a poco a una destrucción segura.

En esta selva donde pululan todo tipo de personajes, y donde me incluyo y no excluyo mis extravagancias ni mis gilipolleces que para eso son mías, cada vez se incorporan elementos que amplían el mundillo. Los puristas, los de la llamada old school, reniegan de esta modernidad, de esta inclusión mamporrera y temporal de muchos. A mí eso me parece hasta bien. Se genera el famoso ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el nuestro. Para eso están los grupitos, los mismos que se tenían en el instituto y luego migraron a la universidad; para los que fueron. En el trabajo… Nada es diferente pero el comportamiento es el mismo. El de la alabanza y el desprecio, que actúan como un interruptor, clic, clic, según convenga a nuestras necesidades, deseos u ofensas.

Luego las reputaciones, nada más estúpido, pero bien vestido, que corren de boca en boca, de palabra en palabra, sentando cátedra porque quienes no te conocen, pero afirman sin pudor, que eres íntimo hasta en casi cinco generaciones atrás en tu árbol genealógico. Se me dan mal los nombres, no los recuerdo, imagino el esfuerzo en recordar tanta información inservible. Pero pinta bien, son los nuevos recicladores. cogen la información, la restauran a su antojo y la ponen a la venta con la esperanza de sembrar nuevos atontados y atontadas que puedan limpiarse la baba mientras predican sus sagradas escrituras.

Un coñazo vamos.

 

Wednesday

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