Quizá esas sean las necesarias para conseguir lo único que deseamos, nuestro propósito vital.
Esas fueron las que tardó en construir una sola vida para ella. En cada una fue descubriendo los matices que la hacían única. Evitaba los errores que había cometido en anteriores para percatarse de los nuevos. No había posibilidad de provocar dolor excepto el obligado y necesario. El sufrimiento debía tener un único sentido. Conocerla era su verdadero motivo para poder entenderla. En su primera vida no la conoció, ni siquiera supieron de la existencia el uno del otro. Las siguientes fueron ligeros encuentros detrás de unas letras, luego fueron sonidos. Le siguieron momentos íntimos sin roce. Muchas vidas después se probaron, se sintieron, pero en cada una de ellas empezar desde cero era el mayor de los retos. Aun así, cada recuerdo de la anterior fortalecía sus emociones y sentimientos y la búsqueda era un fin en sí mismo.
Por las malas descubrió que precipitar los acontecimientos siempre producía situaciones desagradables y violentas, repercusiones que como bien entendió, afectaban a muchas más personas de las que podría haber imaginado. Así, entendió que cada paso que daba debía ser medido con suma cautela y el momento, aunque al principio se le antojaba muy lejano, siempre resultaba el mismo. Entendió por las malas que sus vidas sólo convergían en un determinado momento, en las postrimerías de sus vidas, en el mismo lugar que siempre imaginó, sobre el ala de aquel avión en el que todo comenzó.
La vio de adolescente, de joven prometedora y hermosa, con los ojos brillantes y cautivadores. Miles de veces en la distancia, observando primero, aprendiendo sus gestos. En ocasiones se sintió un intruso, un acosador pero luego sentía que leía un libro, acariciando las letras de sus pensamientos. Cada vida era un capítulo nuevo en el que aprendía todo lo necesario. Con el tiempo el roce se hizo palpable, las cuerdas y los grilletes resonaron en su memoria y las marcas los acompañaron. Ahí aprendió lo que le gustaba y lo que no, lo que sentía y lo que detestaba.
Descubrió que marcas y dónde hacerlas, desató en ella la necesidad de complacer, de servir, de vivir y respirar por él. Miraba dentro de sus ojos y sólo veía adoración, la misma que él sentía por ella. Entonces pudo desatar todo su ser sobre ella, arrastrándola por el fango, sumergiéndola en el pozo de la sordidez más absoluta para verla salir de allí aún más hermosa y plena. Se complementaban y se hacían felices el uno al otro y eso solo fue posible después de un millón de vidas.
Sentados en el ala de aquel avión brindaron con dos latas de cerveza. Quizá la siguiente vida fuese aún mejor.
Wednesday