Tumbada en la cama acariciaba con los dedos las fotos que una vez fueron su vida. A veces sonreía, otras veces se sonrojaba. Alrededor, de manera imaginaria sonaba toda la música que compartieron, todas las letras que se desearon, todos los roces inocentes que se transformaban en estruendos de pasión y de dolor. De mucho dolor. Sin darse cuenta, trasteaba en la memoria, una puta malvada, al compás de los recuerdos y colocaba las imágenes sobre la cama, en su interior. Desembocaban todas en aquellos mordiscos inevitables sobre las sábanas, la saliva filtrada entre el algodón y la piel mientras el abrasaba sus huesos. Las cicatrices se encendían incluso en la distancia y en el tiempo. Había sido tan devastador, que los recuerdos solo servían para seguir buscándole.

Luego llegaban las vibraciones, esas intensas e imposible de parar. Cuando ataba sus piernas y las cerraba a conciencia para que no pudiera separarlas, aunque era lo que más deseara. Luego colocaba el Hitachi sobre el clítoris, acorazado por la postura forzada y el temblor, llegaba en oleadas, de lejos, con el epicentro a millones de kilómetros. Y lo hacía durar horas, aumentando la intensidad con un botón, mientras masticaba un regaliz negro y observaba como se retorcía en un viaje de ida y vuelta sobre la cama. Se enredaba en las cuerdas, atrapada en esa tela arácnida que sabía tejer a su antojo y de la que era imposible escapar. De vez en cuando paraba, para que pudiese beber agua y escupirle en la boca. Las bofetadas eran un regalo que le hacían volver a la realidad y entonces veía las velas que había preparado, creando una atmósfera fantasmagórica. Y de nuevo el temblor que hacía que se sumergiese en ese estado intangible y oscuro.

Se veía a sí misma lamiendo las fotos que le hacía cuando ella, perdida en ese vacío de placer y dolor, ofrecía imágenes grandiosas. No había misericordia en aquellos instantes y se daba cuenta de que si la hubiese habido, no le hubiera amado. Era tan complicado confluir en algo tan animal, que daba por perdida la realidad para centrarse en esos recuerdos, recuerdos de dos animales haciendo lo que mejor sabían hacer, amarse.

 

Wednesday