En un primer momento se sorprendió de que le hubiera elegido a él. A fin de cuentas, había dejado de lado todo el asunto pero ahora se veía envuelto en una trama de la que desconocía su inicio y desde luego su final. Mientras volvía caminando en su cabeza aparecían imágenes estroboscópicas saltando de un lado a otro, girando sin cesar, pero todas y cada una de ellas se centraban en aquella mujer desconocida, maniatada y amordazada con una máscara en la cabeza e inmovilizada en lo que parecía ser un avión de carga. No escuchaba nada, pero sabía con certeza que sus gritos eran verdaderos y atroces. Todo aquello se mezclaba con sus experiencias y le daban algo más de sentido, sin embargo, también sentía que el proceso sería tortuoso y confuso como estaba siendo hasta ese momento.
Se sentó en un banco y dejó que el sol calentase su cara mientras con los ojos cerrados intentaba acercarse un poco más a aquella mujer que estaba apareciendo en su cabeza. En otras circunstancias se plantearía ciertamente su locura, pero después de lo que había vivido unos minutos antes, cualquier cosa podría ser una locura. Entonces se sintió pegado al banco en el que estaba y se dio cuenta de que estaba dentro de la cabeza de aquella muchacha dentro del avión. Sintió como en lugar de cuerdas su cuerpo estaba encintado y los movimientos eran prácticamente imposibles. Cuanta más tensión le daba a la cinta, ésta contrarrestaba su fuerza multiplicándola por dos. Enseguida se sintió agotada. Ahora que estaba dentro de ella y podía sentir su pánico, también podía averiguar de quién se trataba intentando mezclar sus recuerdos con los suyos. Se vio reflejado en espejos y comprobó que era hermosa, de rasgos delicados y con ciertos gestos infantiles. En cambio, era lo suficientemente madura como para haber vivido cien vidas y quizá, se sorprendió, las hubiera vivido. No era ni de aquí ni de allá, pero su cuerpo estaba lleno de cicatrices, de heridas que se proyectaban en tiempos pasados y que habían curado con rapidez. Fue en ese momento cuando notó que el avión se partía y el viento azotaba por todos los lados enviando cuerpos hacia el vacío y agitando el asiento en el que estaba hasta casi la ruptura. Luego las nubes oscuras y azuladas y los inmensos rayos atravesaron el fuselaje lanzando su cuerpo hacia el abismo.
Los instantes de la caída no fueron diferentes a su inmovilización y sus ataduras que constreñían su cuerpo en una caída libre y que empezaron a asfixiarla. No sintió ya miedo, más bien una oleada de placer atravesó su cuerpo al tiempo que la explosión lo llenó todo de estruendo y luz al principio y oscuridad y silencio después. Cuando abrió los ojos sacó la libreta que le había entregado La Plata y comenzó a escribir:
– Pal Vetam conducía su antiguo Skoda por la N92 intentando no salirse de las marcas de la carretera que la lluvia incesante de los últimos dos meses había hecho casi desaparecer…
Wednesday