Enceguecida
No había tirabuzones más hermosos. Estaba seguro de que eso no era verdad, pero le daba igual cuando los recorría con sus dedos. Eran lo que él quería que fueran. Ella caminaba calle abajo, distraída y oliendo el aroma a mantequilla que se escapaba por las rendijas del escaparate de la pastelería. Sonreía sin querer …