La cuchara
Brillaba, tanto o más que el colgante que se perdía entre su escote. El bronceado le hacía palidecer y el perfume que emanaba de su piel lo llenaba todo. Sutil, felina, sonriente. Poco más podía pedir y los impulsos de morder aquel cuello golpeaban con dureza sus pensamientos. Ella separó las piernas, largas y suaves …