Las cosas son como son o al menos parecen serlo. La perspectiva que cada uno tiene de su vida y de sus acciones jamás coincidirá con la que tienen los demás. Ni falta que hace. Con el tiempo las lecciones dejan de tener importancia, no así el aprendizaje. Y las lecciones dejan constancia de lo poco que entendemos al individuo para centrarnos en el colectivo. Se necesitan pautas, rigor y método para aprender y para enseñar, pero llega un momento en el que enseñar resulta absurdo y tedioso porque lo que antes era un sencillo lugar con pequeñas reglas, estrictas pero pequeñas, se convierte en un agujero de mierda en el que cada uno puede meter sus zarpas y adueñarse sin tapujos de lo que sea enarbolando la bandera de: esta es mi manera de verlo.

Pues no, tu manera de verlo es tuya, pero es una mierda. No porque sea tuya sino porque rompe lo más básico de la enseñanza y el aprendizaje y si bien es cierto que las normas deben consensuarse y modificarse con la propia vida, la imposición de una lógica individual y cambiante lo único que consigue es desvirtuarlo todo. Así que no, no todo vale ni todo es posible ni todo se puede cambiar y si se hace entonces se llamará de otra manera. Ya casi no nos quedan siglas, acrónimos ni experiencias para catalogar cada minúsculo pensamiento retorcido e inclasificable. Me pierdo en las siglas y me pierdo en las justificaciones. Allá cada uno con sus cuentas.

Ella escuchaba, siempre lo hacía. Mostraba ese lado suyo en el que se hacía invisible para los demás, pero no para él. No siempre estaba de acuerdo con lo que decía, incluso en momentos puntuales le chocaba esa desafección hacia algo que adoraba, pero aun así respetaba. Era cuando, entre sorbo y sorbo estando a solas, él mitigaba esas dudas que afloraban desde sus palabras: “Esto no es un sentimiento, no es una forma de sentir. Yo siento muchas cosas, pero cuando algo está mal, está mal. Cada persona es diferente pero las acciones no. ¿Qué diferencia hay entre estrangularte a ti o a otra? Sentimentalmente me gusta más hacértelo a a ti. Emocionalmente es irrelevante pero la acción no puede ser diferente porque entonces si me contengo contigo tú no sientes la realidad de lo que significa y si me sobrepaso con otra entonces, además de producir un daño irreparable, tampoco sentirá la realidad de lo que significa. Pero no sólo es cuestión de lo meramente sexual. La carga sentimental de usarte a ti, de subyugarte a ti es lo que me regocija por lo que significa en su conjunto, pero la acción en sí misma no se distingue en nada a si lo hago con otra. La acción es la misma y eso es lo que uno debe controlar y aprender”.

Todo aquello lo decía sin dejar de mirar a sus ojos, obviando todo lo que le rodeaba, el deseo de ellas, el desprecio de ellos. Con el tiempo entendió que sólo estaba ella y con eso tenía suficiente.

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