Igual es que nos creemos infalibles cuando normalmente y sin darnos cuenta, a veces somos un poco patanes. Lo digo porque no es la primera ni la última que los papanatas se presentan con una ristra de chorradas de dom de plastiquillo ante mozas deseosas de toparse con un dominante que les meta en vereda y les enseñe de que va toda la vaina esta del bdsm. Y tampoco será la primera ni la última vez que en mitad del supuesto fragor de la batalla, quien está dirigiendo las operaciones especiales es ella, convertida ahora en un SEAL y encaminando al dominantillo de turno en lo que debe hacer, si lo está haciendo bien y él, pobre, aceptando cada una de las instrucciones de la moza.
Sería para llorar si en realidad no fuese tan cómico. Echas un vistazo a esto de los bytes dominantes y sumisos y si en bet365 se pudiese apostar, daría todo lo que tengo a que la mayoría no tiene ni idea de lo que es una sesión, por decir alguna cosa que se me viene a la cabeza. Pero he aquí a todos estos malandrines dando lecciones de como se deben hacer las cosas, de como se deben comportar las señoritas que lo único que desean es sentir en lo más profundo de su ser, y literalmente también, como cojones un dominante puede hacerle sentir esa pasión desmedida y esa entrega arrolladora. Y ese es su deseo.
Entonces resulta que el coleccionista vive a 5000 km y extiende sus hilos alrededor del mundo, desde Caracas a Bangkok, desde Mexico DF a Pontevedra, Riga o Nápoles. Tejiendo una red infame y llenando su disco duro de experiencias ridículas y fotos autografiadas. Así que difícilmente, la moza podrá en su vida sentir lo que ese dominante podría hacerle en esos momentos de ensoñación, por lo que se tiene que conformar con otro sucedáneo más cercano, uno que se aprovecha de las migas que dejan los que no tienen ni idea y rellenan los huecos de corchopan.
Y las sumisas, perdidas necesitan una lupa y un detector para averiguar si el que les habla les está contando una milonga o si tiene idea de lo que les está vendiendo. Todo esto en mitad de unos azotes mal dados, de unas embestidas torpes que no llegan ni a vainilla (cómo me jode el término) y que le hacen pensar que cojones hace en ese lugar dejándose mancillar por aquel mameluco.
Luego llegan las lágrimas y la desesperación primero por no saber diferenciar y segundo porque cree que jamás encontrará lo que desea.
Pero todo llega.
Como la vida misma