Cuánto cuesta encontrar lo que buscas.

Durante la torta de años -siendo algo más específicos, unas cuantas centurias- se vilipendió y mancilló el nombre de un grupo de hombres, que si bien encarnaba a parte de la élite helena, no eran más que maestros que cobraban por enseñar. No ha cambiado mucho la historia en ese sentido. A ellos se les criticó por asegurar que se podía enseñar todo y también por la muerte de Sócrates aunque éste no sabía nada.

Y yo, no como Sócrates que desde luego sabía mucho más que yo, estoy hasta el ciruelo de enseñar por amor al arte. Mucho más cuando el arte actual pocas condiciones amatorias tiene. Y sí, cansado y hastiado de dar, de mantener una constante lucha entre la templanza y la paciencia, virtudes que los sofistas creían que se podían enseñar y la mala hostia continua por las intrusiones y la parafernalia ridícula que nos intentan vender envuelta en bolsas de patatas, cajas de cereales, trilogías infumables y gurús de Twitter.

Y ya por entonces se representaba la unión entre hombres y mujeres con garabatos e impresiones en vasijas y otros lugares dignos de mención como un hombre agarrando a la mujer por la muñeca el día de su matrimonio. Un día para ella triste y posiblemente el peor de todos. Se convertía en propiedad muy a su pesar. A cumplir su función de futura madre, porque no podemos perder de vista que los tíos se cepillaban entre ellos mismos al fragor de la batalla, la amistad y la camaradería. Una primera representación así, a vuela pluma.

Poco escribiré de Sade, uno de los más grandiosos escritores de la literatura universal y no precisamente por la temática de sus obras sino por como expresaba eso tan arraigado en nuestras entrañas que todos de alguna manera tenemos. Ni de Apollinaire, intentando sacar a la luz la figura del marqués. Aquí de lo que se trata es de averiguar que somos o que sois que para el caso es lo mismo. Del lugar que nos han oscurecido durante tanto tiempo y que cada día pugna por salir y pelear hasta que la sangre se derrame por cada una de las palabras en contra que nos dijeron. De intentar dar luz, verdadera, a aquello que podemos hacer, desear, comprender y necesitar, sin que sea llevado en volandas con adornos innecesarios y que al final desemboca en lo mismo. De confiar en una sola palabra. De sentir que lo que realmente siento es lo que soy y que nada lo cambiará jamás.  Joder, pues todo esto, cuesta y mucho.