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La espera tras una puerta puede resultar de lo más variada y pintoresca. Todo depende quién esté al otro lado y desde donde te presentes tú. No es lo mismo llegar y no saber lo que realmente te espera que esperar a recibir cuando sabes perfectamente que es lo que vas a hacer. Desde el punto de vista de un dominante, ambas son irrelevantes. Si llega, es porque sabe lo que va a hacer, se encuentre lo que se encuentre y lógicamente podrá haber variaciones, ligeras eso sí. Si está esperando es porque tiene preparado todo lo que va a ofrecer y en ambos casos es una sensación verdaderamente irresistible.

Otra cosa es que no tengas ni puta idea y te presentes para improvisar y  ver que pasa esperando que quién te abra la puerta sea una tipa despampanante con la que desahogarte o que cuando abra la puerta la mujer en cuestión, esté tan nerviosa que no hará falta que tu sepas hacer nada porque todo será un fabuloso festival del humor bizarro. Desde el punto de vista de la sumisa la cosa cambia considerablemente.

Hay miradas que son sumamente inquietantes y al mismo tiempo deseadas. La de la vergüenza, ya sea por lo que va a hacer, por el miedo a no saber estar a la altura, la temerosa, la del desconocimiento. Y la mirada altanera, la desafiante, la agresiva a veces. Sinceramente no se cual es la que más me motiva porque para cada una se pueden hacer tantas cosas…

La mirada de vergüenza es la más complicada, no tanto por la mirada en sí, sino por el encaminamiento correcto que hay que hacer para que la sumisa se sienta reconfortada, se suelte y piense en lo verdaderamente importante de ese momento. Avasallar en estos casos no es que sea poco recomendable, es que es una verdadera gilipollez. La cercanía en estos momentos es fundamental. Antes de dar una hostia se puede dar un abrazo. Antes de obligar mirar al suelo, hay que mirar a los ojos y ella posiblemente esperará la agresividad primero y no subirá la mirada por miedo a estar cometiendo un error. Ya tendrá tiempo para sentir la fortaleza del dominante y desde luego de bajar la mirada porque es su obligación.  Así pues, una charla amigable no viene mal.

Nunca le viene mal a nadie hacer que se sienta confortable antes de hacérselas pasar putas. Ya habrá momentos en los que ni las palabras sean necesarias y arrases su cuerpo, su piel y su alma tan solo con tus manos o las herramientas que sean menester. Pero si se quiere que ella vuelva, que no se vaya de tu lado, que se sienta cada vez más cercana, es mediante el respeto y la comprensión de ese primer momento tan duro por muy deseado que sea.  ¿No buscamos idealizar esas relaciones de dominancia tan solo con gestos o miradas para que la sumisa sepa perfectamente lo que debe hacer o que ni siquiera tengas que hacer nada para que ella, simplemente sea tuya?

Cambia entonces la mirada de vergüenza por la de la entrega, es mucho más hermosa.

 

Wednesday

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