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Las profundidades ocultan peligros. Peor aún, ocultan aquello que negamos, que despreciamos por temor a que nos engulla en las fauces tenebrosas de nuestras inclinaciones más perversas. Esas profundidades, insondables a veces, no son más que mecanismos de defensa para no perder la cordura y mantener bajo llave aquello que nos avergonzaría reconocer, por eso surcando la superficie de nuestros deseos y emociones nos mantenemos flotando sobre ellas creyendo así que no saldrán a la superficie nunca.

El bote en el que se mecía sobre las olas comenzó a llenarse de agua. Los pies húmedos intentaban escapar sin mucho éxito de la creciente subida. Miró con detenimiento por donde se producía la filtración, pero no encontró el origen. Tan inesperado como apareció se fue por el calor del mediodía. Se recostó de nuevo y cerró los ojos. La traicionera imaginación le hizo un quiebro y volvió a notar los pies húmedos. Se incorporó y descubrió que no era una filtración del mar en la barca. Se acarició por encima de las bragas y se notó empapada. En cuanto cerraba los ojos sentía como una mano agarraba su pelo y tiraba de ella hacia abajo, otra del cuello estrangulando y regulando el acceso del aire. Se sentía como el pez fuera del agua que pretende prolongar la vida en un medio que no estaba hecho para él. Sin embargo, ella deseaba que apretase más y más fuerte. Otra mano separaba las piernas, otras aprisionaban los pechos y así hasta que dejó de contar. Los brazos convertidos en tentáculos mientras el oleaje empezaba a balancear la barca con furia, arrasaban su piel y su carne. De pronto, la calma se convirtió en una orgía en la que ya no podía pensar mientras con la mirada intentaba buscar tierra, un punto de apoyo al que recurrir en aquellos momentos de pánico mientras las pulsiones de los orgasmos que intentaba contener arrastraban todo su ser hasta el fondo del océano.

Cuanto más profundo se hundía más oscuros eran los ojos que la observaban. Cuanto más profundo se hundía más perversa se volvía. Todos aquellos tentáculos horadaban sus entrañas, su boca, su coño, su culo y extraían en cada roce un poco más de su oscuridad. No podía abarcar todo aquel placer, pero sabía que lo único que deseaba era seguir hundiéndose en aquella negrura acompañada de aquella mirada. En un instante atravesó la barrera que permitía no querer volver atrás y dejarse llevar, dejar su cuerpo y su mente para que fuesen arrastrados hacia las cuevas de la depravación absoluta que el Kraken había dispuesto. el resto de cuerpos, cadáveres devorados anteriormente ya no eran un escollo porque allí sólo estaba ella y los infinitos tentáculos que la poseerían eternamente.

Wednesday

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