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Se había dejado el resuello en aquellas bofetadas. Las manos calientes se habían abandonado en aquel ascenso en solitario. Ahora llevaba los puños apretados, braceando a ritmo para no perder la compostura y tropezar de nuevo como otras tantas veces. Siempre iniciaba el camino acompañado y daba igual que reto impusiese, pero terminaba en la cima escuchando su respiración y su voz delirando dentro de su cabeza. Aquel viaje no tendría que haber sido de otra manera y se daba cuenta de lo estúpido que era intentar cambiar algo que era una constante. Pero allí estaba él, de nuevo ante el reto de hablarse a sí mismo o lazarse al vacío. Se sentó al borde de un risco, dejando las piernas colgadas al ritmo de un balanceo invernal. Hacía frío incluso para la época del año y las últimas nieves aún se mantenían intactas a excepción de las pisadas que habían marcado el camino hasta allí. En aquel lugar la brisa era un aullido fino y constante del viento metiéndose entre los filos de las rocas y sus pensamientos. Y cuanto más fríos más claros.
Aquella dicotomía, la de la nada bajo sus pies y la del todo, monolítica a sus espaldas. Nada de medias tintas, se dijo en voz baja. No esperaba el eco, pero tampoco el calor febril que desprendieron las piedras bajo una voz interna. “La necesidad de compañía elimina tu capacidad de juicio, tu objetivo y tu afrenta”. Miró hacia atrás pero sólo pudo ver el comienzo de la ventisca. “Nadie está a tu altura porque subes demasiado alto y no permites que nadie te susurre que ya es suficiente. Los abandonas”. Volvió a girarse. Parecía que las rocas que se movían despacio hacia él. Volvió la vista a lo insondable. “¿No te cansa recorrer el mismo camino una y otra vez? Es posible que pienses que el éxito está en el hecho de llegar al objetivo del mismo modo que planeaste el comienzo. En cambio, aquí estás de nuevo, con el vacío frente a ti y la montaña a tus espaldas. Y en tu ofensa está la negación y la ceguera de entender que lo absoluto no existe, ni el vacío tiene cabida en el espacio y el tiempo. Éstos se acaban, se te escaparán entre los dedos cuando la muerte decida acompañarte a la salida. Piensas en la totalidad y te pierdes las particularidades, las derrotas, los enfados, las sonrisas, los abandonos, los regresos, las estridencias. Dejas los matices en la salida y los exiges en la meta.”
Una media sonrisa apareció en su rostro, sincera e improvisada. A medio camino de todo y sin entender nada, se dijo. Se levantó y desandó el camino, encontrándose con cada una de sus acompañantes, en el lugar donde le habían abandonado. Pasó de largo mientras la sonrisa se agrandaba hasta que las botas llenas de barro le dejaron en el punto de salida.
Se levantó de la cama y abrió su agenda. Se preparó un café y se sentó en el viejo escritorio. Pasó toda la mañana escribiendo mientras sonreía. Días después, cada destinatario fue contagiado con aquella sonrisa transcrita en tinta que nunca llegó a ver y tampoco necesitó.
Se limpió las botas y miró a la montaña.

Wednesday

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