A veces unas manos, un pensamiento o un recuerdo, un olor, un lugar o una canción. Los refugios son infinitos y como las ausencias, pueden provocar lo contrario de lo que se espera. Eran momentos de felicidad y de reposo cuando la mente sólo se tenía que preocupar de quehaceres banales y satisfactorios silencios. La vida así tenía mucho más sentido. Cierto era que el caos y el ruido focalizaban infinitamente su percepción y se sentía como pez en el agua entre tanta vorágine, pero como se llevaba repitiendo algunos años, no merecía la pena esa plenitud efímera que reportaba un calor inmenso en comparación con la paz y la calma que transmitía el aullido del viento como único sonido. El viento dio paso a la lluvia y esta a la nieve. Un temporal incontrolable que duró semanas y durante el cual pudo sumergirse en cada una de las batallas ganadas y perdidas de una guerra absurda por conseguir ¿qué?

Dominar no fue sencillo, al menos de puertas hacia afuera. De una manera o de otra siempre se topaba con la incertidumbre, con el cambio repentino, con la duda y llegó un momento en el que terminó hastiado y hasta los cojones de la indeterminación de algo muy sencillo. Porque, se decía en su interior una y otra vez, todo siempre es mucho más sencillo de lo que parece. Un silencio es un silencio, no es nada más. La interpretación es personal pero el silencio es lo que es. No hay nada más. La subjetividad del lenguaje está en la poca concreción del mensaje o en el adorno sin sentido que se les da a ciertas cosas. Eres mía no es más que eso, posesión, no interpretación ni porcentaje de posesión. Implica una certeza. Cuando contestaban ¿cuánto? las palabras, el sentido y el concepto se transformaban en humo porque o bien no se había explicado de manera correcta o había sido lo suficientemente estúpido como para pensar que ella sabía lo que significaba. En ambos casos, el error era suyo. Todo aquello le fue alejando un poco más cada vez de su verdadero deseo.

Las malinterpretaciones eran la constante de esta vida. Era mejor hablar poco porque al menos lo que se malinterpretaba eran los silencios y no las palabras. Con estas últimas se terminaba en un bucle infinito de conversaciones absurdas que no iban a ningún sitio, a la locura o a la mala hostia en realidad. Pero los silencios eran mucho más peligrosos. Los silencios crean la duda y la insatisfacción por la ausencia de palabras y entonces se generan mundos alternativos en el que suceden todas las cosas que uno es incapaz de imaginar. Entonces era difícil explicar que era todo más simple de lo que parecía, que sólo era necesaria la pausa, el silencio y la ausencia porque todo el ruido acumulado estaba destrozando lo que más deseaba, sentir su dominio, su posesión y verla como realmente es. Perfecta.

En aquella tesitura se permitía el lujo de centrarse en una sola cosa. El gesto de cuando se mordía el labio, recreándose durante días en solo aquello, percibiendo los detalles del gesto y de su significado. Cuando lo había memorizado introducía uno nuevo, el gesto de las manos cuando se tapaba la boca, o cuando riendo decía su nombre en esa especie de lamento que salía de su garganta acentuada y bañada por el sol del sur. Su forma de caminar que a buen seguro ella ni siquiera sabía que para él era tan importante como su nuca. A veces era la vergüenza que ella sentía sobre sí misma y que siempre a él le pareció maravillosa porque en el fondo es lo que más ansiaba. Tener el control de sus impulsos ante la vergüenza y lo que le avergonzaba de su cuerpo. Qué distinto pensamos de nosotros mismos cuando nos vemos en los ojos de los demás. Ella nunca imaginaría lo hermosa que él la veía y por mucho que se lo dijera, la incredulidad era parte de aquella ficción.

Los refugios son infinitos y encontrar el único en el que compartirlo todo es complicado.

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