Cuentan que mientras adoraba a los dioses se dio cuenta de que dejó de hacer pie en lo terrenal. Miraba tanto al cielo que perdió de vista aquello por lo que estaba anclada al suelo. Rezaba tanto que las palabras dejaron de tener sentido y significado y se mezclaban con el aire del día y las estrellas de la noche. Luego, comprobó que sus palabras nunca regresaban, que las plegarias se fundían con el silencio y se volvían sordas y ella ciega para terminar guardando silencio, enmudecida por el insoportable rechazo del silencio celestial. Entonces bajó la mirada y comprobó la arena ocre, el crujir de las pisadas o como los terrones del barro endurecido se intercalaban entre los dedos de los pies. Notó el frescor de la lluvia sin tener que mirar hacia arriba, deslizándose por su nuca o saltando desde la punta de sus cabellos. Escuchó la respiración pausada y como se mezclaba con la agitación del deseo, nuevas emociones que nunca había percibido por estar demasiado ocupada mirando dónde no había nada. Saboreó la leche, la miel, lo amargo del dolor y el abandono, pero también el picante de lo que no se espera. Su corazón entonces comenzó a sonar diferente, a no ir por detrás de la síncopa y llevar un ritmo frenético pero acompasado. Por fin tenía un propósito.

Antes se arrodillaba con esperanza, ahora lo hacía por la impaciencia concebida ante el deseo. Cuando la calma lo inundaba todo sabía que fuera los dioses que la habían abandonado peleaban por recuperar lo que nunca fue importante para ellos y se enfrentaban a un nuevo oponente. El único capaz de proteger y resguardar algo tan frágil como la pálida piel de lo ajeno para destruirla como algo propio. A veces miraba a su alrededor para comprobar que estaba en lo cierto, que no se había equivocado, que su decisión era tan sólo el paso lógico y evidente, aunque todo el mundo le dijera que era una locura. Fuera de aquellas paredes reinaba el caos y antes ella era parte de él sin haberse percatado de nada, siguiendo la corriente, la de todos los demás que son los que te indican y te incitan a vivir la vida según sus normas y pareceres.

Pero dentro de aquellos muros que desde fuera eran poderosos y gruesas piedras talladas a conciencia, desde dentro era un suave y fino papel que dejaba ver todo lo bueno y todo lo malo que había. Dentro estaba segura y al mismo tiempo sabía que en un instante todo podía cambiar. Agarró su pierna y apoyó la cabeza sobre la tela vaquera, notó la punta de sus dedos cansados acariciando la nuca desnuda y abrió los ojos mientras alzaba con respeto la cabeza. Allí estaba todo lo que necesitaba, su dios, su vida, su dolor, su violencia y su odio.
Por eso era feliz, por eso ya era ella.

Wednesday