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Era un acto de fe. En eso se había convertido la confianza cuando el tiempo de las relaciones sociales se había quedado relegado a un mero trámite testimonial suplantado por infinitos toques en una pantalla. Ya nadie creía y mucho menos dejaba en manos ajenas decisiones importantes. En definitiva, no sólo era difícil encontrar a alguien con el que compartir un mísero instante, un objetivo mayor era una absoluta entelequia.

Pero allí estaba ella, dejando un manojo de llaves en un pequeño hueco de un árbol recóndito y perdido en un parque tan alejado de su vida que le parecía irreal. Y lo hizo acallando todos los gritos y las voces que le decían que no lo hiciera, que estaba loca, que estaba desesperada porque su vida diese un giro tan radical que por fin se sintiera libre y segura. Pero al mismo tiempo esa seguridad había desaparecido y se intentaba convencer de que para llegar a sentirla, primero debía desprenderse de ella. Un acto de fe.

Los días se convirtieron en semanas y su confianza se iba resquebrajando. Le tentó la idea de volver al parque y recoger las llaves, pero en un par de ocasiones desistió. ¿Era aquello una prueba de respeto y confianza? Tenía la sensación de ser un ratón de laboratorio que era observado mientras iba y venía por esta jaula en la que se había convertido su vida. Deseaba tanto cambiarla sin que nada cambiase que se estremeció al pensar que nunca ocurriría. Aquella noche sorprendentemente durmió profundamente.

El ruido de la puerta fue imperceptible y sólo consiguió que se diese la vuelta mientras seguía dormida. Inconscientemente abrió los ojos y se sobresaltó al verle sentado junto a ella en la cama. Tuvo miedo, mucho. Sin embargo, todo lo que emanaba de él era lo contrario. No vio el cuchillo que cortó la tela de su pijama hasta que sintió el aire en su piel desnuda. El brillo del acero reflejó su rostro durante un instante casi al mismo tiempo en el que una mano rodeaba su cuello con una presión ligera. Sabía que no iba a hacer daño, al menos no ese daño. La presión aumentó y la otra mano agarró el pelo. Después fue zarandeada hasta el suelo.

Por fin estaba en su lugar, por fin podía dejar de pensar. Sólo necesitó un acto de fe, el que le proporcionó la confianza absoluta que él le había pedido.

Wednesday

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